Roca y los Conquistadores
L uego de dejar la Pampa de Lampas de indescriptible belleza, donde el manto de Ichu cubría las escasas chozas, que a las 6 de la mañana daban sus primeros respiros lanzando humo al viento para saludar al sol benefactor y, tras mirar el pantanal de la manada de Gelacio Tafur y la que fue la casa de la Sra. Catalina Calderón, abuelita de Nalo, empezamos el descenso al pueblo de Roca. Los quenuales a la vera de la angosta carretera acompañaban como ramos de flores al huayno "Lirio Moradito" que en el estéreo de la "4 X 4" todo terreno, Nieves Alvarado con su voz irresistible extasiaba nuestros sentimientos. En una y otra curva la neblina engañosa que cubría los abismos, nos atraía como espumas de bañeras en un hotel cinco estrellas. En esa ensoñación de huayno, flores y nostalgia, ingresamos a Roca, y como en los años de mi infancia en Chiquián, cuando corríamos tras el ómnibus de Landauro en sus entradas triunfales por Umpay, súbitamente aparecieron niños corriendo a