LA CATEDRAL SAN ESTEBAN DE VIENA
Cuando se viaja a lugares
desconocidos, somos cuidadosos en cuanto
salimos de los hoteles, primero damos paseos cercanos, como merodeando el nuevo
terreno, dejamos nuestras huellas insignificantes, en esquinas poco transitadas,
solemos no mirar a nadie a la cara, nuestros ojos se detienen en letreros, que
pocos prestan atención, queremos comprender su sentir, sus sabores y olfateamos los
rincones más alejados. De pronto
la estación del tren, ¡¡ modernidad !!, tecnología que te acerca al todo. Ingreso y
no veo que alguien oriente. La maquinita vende los pasajes. El idioma es desconocido.
Qué difícil el alemán. Pero, el inglés
es universal. Ahora, tengo mis boletos,
pero nadie me los pide. No hay barreras, ni molinetes. Todo está libre. Entonces
para qué pagué. Igual marco al ingreso como presintiendo una celada. Mi destino
es la catedral, el lugar emblemático de la ciudad. Veo pasar estaciones
sumergido bajo la tierra. Los pasajeros lucen no muy abrigados. Es el inicio de
la primavera. Las damas delgadas, de tez
medio rosadas, hacen juego con sus blondas cabelleras. No se percatan que las
admiro. Tan rápido, llegué a mi destino. El tren abre sus puertas, bajamos en
orden. Todos seden el paso. Subo casi 3 niveles de sótanos. Y, como si a eso
solo hubiera venido. Doy sorbos de aire con mucho esfuerzo. Es la emoción. ¡Contrólate!.
Estoy en la última grada. Los ojos se iluminan. Oh!!. Hé ahí, es la puerta de
ingreso de la gran catedral San Esteban. La fachada color piedra, intacta,
termina en lanzas que desafían al tiempo y la gravedad abriéndose paso a los
cielos. La gente, no cesa de posar. Es la presentación de Viena. Ingreso, y,
entre casi oscuro e iluminado, me maravillo viendo el altar. Vienen los recuerdos
de los seres que más amo. Mi madre, está entrando y sonriéndome, se aproxima a
uno de los santos y con profunda devoción reza. Ella me acompaña a donde vaya, la dejo sin molestarla. Sentado escribo esta nota admirando la grandeza del
hombre. Cae una garúa, y me despierto del embeleso. Sigo a mi pies, a no sé que
otro lugar histórico de esta Viena musical.
La Pluma del Viento
Viena, 6 de mayo de 2015
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