AMISTAD DE INFANCIA PERDURABLE HASTA LA ETERNIDAD










Ayer me llamó Comuno, un amigo, para hacer deporte, comentándome que allí estarían dos de aquellos amigos que formaron parte de nuestra niñez y juventud en Chiquián, Eca y Peyo. “Tenemos que darles una despedida como se merecen”, con su voz entrecortada y solemne, me convenció. “Claro que sí, allí estaremos”, le respondí. Momentos después, dejé el diario que estaba leyendo, en este sábado matutino, y, rememoré escenas con aquellos amigos, para finalmente exclamar, “vale la pena estar mañana”.

Igualmente quedé pensando en lo incomprensible que es para el ser humano, la dependencia emocional con las personas que formaron parte de nuestra infancia, y juventud; es una suerte de pertenencia invisible. Es la simbiosis del ser humano y su pueblo. No podemos desligar de nuestra memoria, el jardín de la madrinita Cami, la primaria de don Fabián Cano o don César Figueroa, la secundaria del Coronel Bolognesi, las calles del barrio Venecia y la casaca verde del Tarapacá. Estos símbolos le dieron consolidación y fortaleza a la amistad inclaudicable, sincera, y duradera entre los chiquianos que nos daremos cita en el homenaje a los amigos “extranjeros”.

Podrían haber estado a miles de kilómetros de Chiquián, o tal vez muchos años, casi “desaparecidos”, sin dar señales de vida. Sin embargo pocos saben que en esa lejanía, solitaria o acompañados, siempre volvieron por su mente, y de manera persistente, la presencia de aquellos amigos forjados en su tierra natal, desde cuando ni siquiera sabían hablar bien, ni leer; solo eran frecuentadores de las mismas veredas, ventanas, y juegos, en las calles apacibles de su bella tierra “espejito de cielo”. Esa amistad reforzada en experiencias en la gran Lima, sea en el futbol de la unidad vecinal del Rímac, o en las fiestas del Club Chiquián de Breña. O en viajes por Huaraz, Huari, o Recuay, defendiendo los colores de su tierra Chiquián, con la misma gallardía y valentía que lo habría hecho el justiciero Luis Pardo.

Ni la distancia ni el tiempo, pusieron en el olvido, la amistad nacida en agocalle, quiullán, 378, alfalfares de pariantana, mishay, misas de gallo, campeonatos de agosto cargando la copa en el campo de Jircán. ¿Cómo pasaría al olvido?, si crecimos compartiendo nuestras casas. Las madres, nos recibían como si fueran las nuestras. Nuestros padres y hermanos vibraban con alegría en nuestras hazañas deportivas. Sentíamos orgullo cuando jugadores y barra entera dábamos la vuelta al campo en huayllishada cargando los trofeos de campeones acompañados de la banda de músicos entonando nuestro himno “Tarapaqueño”.

Así que, gracias, amigos por haber compartido con ustedes todos estos momentos. Por eso, mañana cuando volvamos a hacer deporte en esa despedida, quisiera repetir mis saltos doble ritmo, para bajar del cielo una estrella, y convertirla en corona para homenajearlos y sellar que la amistad nacida desde la infancia es perdurable hasta la eternidad.
Feliz viaje, amigos Eca y Peyo.

La Pluma del Viento
Lima, 13 de noviembre de 2011


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