EL VALOR DE LOS GESTOS: LLAVE SILENCIOSA DE LA FELICIDAD


El saludo desde el primer momento en que nos cruzamos, ese gesto simple y espontáneo, es una de las formas más puras de demostrar interés por el bienestar del otro. Puede que estemos absortos en las preocupaciones cotidianas, pero cuando alguien nos ofrece su sonrisa, nos está extendiendo un mensaje de paz y alegría. En esos instantes, es vital hacer una pausa, aceptar el gesto y devolverlo con gratitud. Este sencillo acto contiene una sabiduría ancestral que se ha transmitido por generaciones, especialmente en nuestros pueblos, donde la calidez humana se encuentra en el corazón de la vida diaria. "Saluden a las personas mayores", nos decían los padres antes de salir a la calle, y en esa instrucción, tan sencilla como poderosa, aprendimos a valorar a los demás.

En nuestra cultura, demostrar aprecio y respeto no es solo una cortesía; es una forma de vida. Los intercambios diarios de saludos y gestos de cariño entre generaciones representan algo mucho más profundo que una formalidad. Son actos de vida, de reconocimiento mutuo, que, por su repetición, construyen los cimientos del respeto, el bienestar y la felicidad. En nuestras sierras, este valor no solo se preserva, sino que se celebra. Allí, las relaciones humanas se fortalecen a través de estas pequeñas pero significativas demostraciones de afecto, lo que hace que las personas sientan un sentido de pertenencia y felicidad más pleno.

Sin embargo, este tejido cultural se desdibuja en las grandes ciudades, donde las personas viven aisladas, atrapadas en sus pequeños espacios, muchas veces sin conectar con quienes las rodean. La cultura del respeto y el aprecio mutuo se desvanece entre las paredes de departamentos solitarios, y la felicidad se vuelve más difícil de alcanzar, precisamente porque la llave que la facilita —el reconocimiento del otro— se pierde en la rutina.

En las comunidades donde el cariño y el respeto son parte integral de la vida cotidiana, como en los pueblos de nuestra sierra, se refuerza la amistad, el buen trato y el bienestar. Estos gestos, pequeños pero poderosos, contribuyen de manera fundamental a la felicidad. Es en el intercambio de una sonrisa, un saludo o un gesto de afecto donde se forja una conexión humana que nos eleva y nos recuerda que no estamos solos. Esa cultura es, sin duda, una de las claves para la felicidad.

Para finalizar, vale recordar una frase que ha sido transmitida de generación en generación en nuestros pueblos: "Demostrar cariño y recibirlo es el aceite que facilita la acción de los engranajes de la vida, fortaleciendo la felicidad." Y es que la felicidad no siempre está en los grandes logros, sino en esos pequeños gestos que, día tras día, nos recuerdan lo mucho que nos necesitamos unos a otros


El valor del saludo sincero

Ese "buenos días" que compartimos,
es más que palabras, es cariño vivo.
Es sentir que estamos en su pensamiento,
saber que le importa nuestro contento.

Mi esencia se alegra sin dudar,
tus gestos armonizan mi paz al pasar.
Agradezco al destino tu cercanía,
valoro tus actos que me llenan de alegría.

En cada reencuentro anhelo agradecerte,
esforzarme por tu paz, por sostenerte.
Tu cercanía es calor, aliento y vida,
pido al destino que me guíe en la partida.

Lo valioso siempre exige atención,
las semillas por fuertes requieren dedicación.
 paz de la humanidad es nuestra tarea,
tu bienestar es lo que mi ser renueva.

La Pluma del Viento

Lima, 13 de octubre de 202


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