RECUERDOS DE VENECIA: HOMENAJE A DOÑA ÑIPI

 


Hoy, al reunirnos para despedir a doña Nieves Ibarra de Barrenechea, nuestra querida Sra.  Ñipi, siento que es un momento para recordar, no solo a la gran madre que fue, sino también a una época dorada de nuestra infancia en el barrio de Agocalle de Chiquián, ese rincón que nosotros, los niños, solíamos llamarla de Venecia, por las corrientes de agua que surcaban por la estrecha calle en los inolvidables inviernos.

Doña Ñipi, junto a don Arturo, no solo fueron padres amorosos de una familia que se dedicaba con esmero a la ganadería en su recordado Coris, sino también que en parte fueron guardianes de nuestra niñez. Recuerdo como si fuera ayer, esa gran puerta que siempre estaba abierta para nosotros, los niños del barrio. Al cruzarla, nos recibía el acogedor patio, y si de tanto en tanto ingresábamos a jugar en la gran sala, un espacio que para nosotros parecía tan amplio como nuestros sueños.

Pero más allá de los juegos y alegría que nos prodigaba, lo que hoy me llena de nostalgia es la calidez con la que doña Ñipi nos trataba. Ella no solo fue una gran maestra de primaria en Chiquián, una educadora dedicada, sino que, para nosotros, fue una madre más (de las varias que teníamos en el barrio). Su paciencia, su dulzura, y esa manera tan única de hacernos sentir importantes, fueron los regalos que ella nos dio, sin pedir nada a cambio.

Y claro, no puedo hablar de doña Ñipi sin recordar a Javi. Mi compañero de tantas travesuras, mi amigo de la infancia y adolescencia. Compartimos los años de transición, primaria y parte de la secundaria en el Seminario San Francisco de Sales de Huaraz. Pero la vida, con su inevitable frialdad y dureza, nos separó en 1969, y luego, en 1970, el terremoto nos arrebató a Javi. Pienso siempre, seguro que habría estado allí con él en esos momentos, dado que salíamos los sábados y domingos, por ello el dolor de esa pérdida es un eco que todavía resuena en mi corazón.

Por ello, con las disculpas del caso, hoy, mientras nos despedimos de doña Ñipi, siento que también es una oportunidad que siempre quise tener, para rendir homenaje a Javi y a todos esos momentos felices que compartimos en nuestro pequeño paraíso llamado Venecia. Ciertamente, la vida nos lleva por caminos inesperados, pero los recuerdos, esos pequeños fragmentos de felicidad y de dolor, son lo que nos anclan al pasado y nos ayudan a comprender el presente.

Doña Ñipi, con su partida a los 100 años, nos deja un legado de amor, de generosidad y de enseñanza. En este día, en que nos reunimos para honrar su memoria, quiero agradecerle por haber sido una luz en nuestra infancia, por habernos permitido ser parte de su hogar, y por habernos mostrado que la bondad y la calidez pueden transformar la vida de quienes nos rodean.

Hoy, más que nunca, siento que Venecia, nuestro querido Agocalle, sigue vivo en nuestros corazones, gracias a personas como doña Ñipi. Que su alma descanse en paz, y que sus enseñanzas continúen guiándonos a lo largo de nuestras vidas.

 

Dos Almas en el Viento

En la casa de Venecia, jugamos sin final,
tú, Javi, mi hermano de la infancia,
en cada cuento, en cada risa, en cada saltar,
el mundo era nuestro, sin distancia.

Tu madre, doña Ñipi, nos miraba con ternura,
sus ojos, eran espejos de amor sin medida,
sus manos, tejieron lazos de dulzura,
crearon un hogar de acogida.

La vida nos separó en su cruel jornada,
en 1970, la tierra tembló,
y tu luz, Javi, fue apagada,
dejándonos un eco que nunca se olvidó.

Hoy ella se va, cien años vividos,
dejando en el aire su amoroso canto,
dos almas en el viento, por fin reunidos,
en un abrazo eterno y santo.

Tu gran patio, tu casa de inmenso zaguán

En mi memoria están muy presente

Javi y doña Ñipi, están en abrazo sagrado

Donde ni la distancia ni el tiempo los alcanzan.

Así, en nuestra historia, ustedes viven,
madre e hijo, en un lazo eterno,
en Venecia, los sueños no se desvanecen,
pues vuestro amor es el agua que acaricia el invierno.


NOTA:

Este texto lo leí en el velatorio efectuado en La Molina a las 17:30 horas, donde nos congregamos muchos chiquianos. 

Los hijos presentes: Robi, Luchito, Chena.

Hijos fallecidos: Miqui, Mora, Javi

Padre fallecido: Arturo Barrenechea

Javi: estudiamos en la transición con don Josué Alvarado, Primaria: Pre 351, Secundaria: Seminario San Francisco de Sales (Huaraz)

(Prefiero poner los nombres como les llamámos)

Aquí la conexión para el audio

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La Pluma del Viento

Lima, 18 de agosto de 2024

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