LA HUMANIDAD DEL FUTURO: LA VEJEZ, LA CIENCIA Y EL CAMBIO GENERACIONAL


Cuantas veces caminando libre de culpas por aquellas hermosas calles e históricas a lo sumo me detenía para tomar un cafe acompañado del queso chiquiano, esta vez, no me dió tiempo para ello, más bien me devolvió, dolor y preocupación. 


Situación y Preguntas Clave

Recientemente, me encontré con tres escenas que me sacudieron profundamente, como olas persistentes en el mar de la reflexión. Tres momentos que hicieron detenerme a pensar sobre la vejez, el tiempo y el espacio en el que vivimos en este mundo acelerado por la tecnología. La primera escena la viví caminando por el centro histórico de Lima, donde me detuve ante una imagen desgarradora: ancianos, con cuerpos encorvados por el paso de los años y rostros marcados por la vida difícil, vendiendo productos en las calles. Estos ancianos, que deberían estar en la calidez de sus hogares, rodeados de su familia, se veían obligados a sobrevivir en el asfalto de una ciudad que avanza imparable, sin lugar para ellos. ¿Por qué tantos deben seguir trabajando, en lugar de disfrutar de la paz que merecen?

El segundo momento llegó cuando asistí a la ceremonia de clausura de un diplomado, rodeado de jóvenes en una universidad. A mis 70 años, sentí la paradoja de estar allí, en medio de ellos, rodeado de energía y optimismo. ¿Qué significa para mí estar en un evento académico a mi edad? ¿Soy una excepción? La sociedad parece valorar cada vez más la juventud, la innovación y la energía, pero ¿qué pasa con la sabiduría acumulada, con la experiencia que, a pesar del paso del tiempo, sigue teniendo algo valioso que ofrecer?

Finalmente, la tercera escena me llegó cuando me enteré de cómo la estructura familiar ha cambiado. Muchos ancianos, aquellos que alguna vez fueron el pilar de sus hogares, ahora son enviados a casas de reposo, alejados de sus hijos. Este cambio, motivado por la vida acelerada y las demandas económicas, me hizo cuestionar: ¿hemos perdido el valor del cuidado familiar? ¿Es este el precio del progreso y el avance social?

Con estas tres escenas en mente, me encontré formulando preguntas clave que han estado rondando mi cabeza: ¿por qué tantos ancianos deben seguir trabajando? ¿Qué significa para mí, con 70 años, estar rodeado de jóvenes en un entorno académico? Y, finalmente, ¿por qué ha cambiado tanto la estructura familiar, al punto de que los ancianos ya no son cuidados en casa por sus hijos, como era tradicional? Estas preguntas no tienen respuestas fáciles, pero son las que nos definen como sociedad.

Explicación Científica y Social

Las calles de Lima, donde muchos ancianos siguen trabajando, son un reflejo claro de la desconexión entre el avance de la sociedad y la desatención de sus partes más vulnerables. ¿Por qué siguen trabajando estos mayores? La respuesta está en la falta de un sistema de seguridad social adecuado, la desigualdad económica que no permite acceder a una vejez digna, y el olvido de una sociedad que, a pesar de sus avances, sigue dejando atrás a los más frágiles. Los avances tecnológicos no garantizan el bienestar de los que más lo necesitan. De hecho, las políticas de bienestar social que tanto se promueven en discursos siguen siendo insuficientes para cubrir las necesidades de los más vulnerables.

Al caminar por las calles, veo cómo los ancianos son empujados a vender productos que ya no se desean. La exclusión social se vuelve palpable en sus rostros y cuerpos, reflejo de una sociedad que no los toma en cuenta. Mientras los jóvenes avanzan aceleradamente, los mayores viven en la sombra, excluidos de un mundo que se les vuelve cada vez más ajeno.

La brecha generacional entre los jóvenes y los mayores se ha ensanchado con la rapidez del avance tecnológico. La tecnología que los jóvenes dominan con facilidad se convierte en un muro impenetrable para muchos ancianos, quienes se sienten desbordados por cada avance. La desconexión no es solo tecnológica, sino también emocional. Los jóvenes están atrapados en la rapidez del mundo digital, mientras que los mayores se sienten cada vez más desconectados, tanto de la tecnología como de sus seres queridos.

Además, el cuidado de los ancianos ha cambiado radicalmente. Muchos padres son enviados a casas de reposo, no por falta de amor, sino porque los hijos, atrapados en la vorágine de trabajo y responsabilidades, ya no tienen el tiempo para cuidarlos. Esta transformación refleja un cambio profundo en las estructuras familiares, donde el cuidado personal de los mayores ha sido reemplazado por el cuidado institucional. Este fenómeno, aunque comprensible, también pone en evidencia la falta de tiempo y recursos que la vida moderna impone a las familias.

La ciencia, a lo largo de mi carrera, me ha mostrado lo importante que es avanzar, pero también me ha enseñado que la tecnología, por avanzada que sea, no puede reemplazar lo que realmente necesitamos como seres humanos: el cuidado, el afecto, la conexión emocional. El trabajo en los laboratorios, aunque fundamental, nunca podrá darme la respuesta a la necesidad de humanidad que todos compartimos.

Aprendizaje

Al reflexionar sobre las escenas que viví, la pregunta sobre el futuro de la humanidad me sigue rondando. La ciencia ha sido mi vida durante muchos años, y aunque ha transformado mi manera de entender el mundo, también me ha mostrado que la verdadera sabiduría está en lo humano. Los avances tecnológicos son imprescindibles, pero no deben ser el fin. La ciencia debe ser una herramienta para mejorar la vida de los más vulnerables, para crear un futuro donde el bienestar no se mida solo en términos de tecnología, sino también de sentimientos, conexión y cuidado mutuo.

En cuanto a la estructura familiar, la transformación es innegable, pero no debemos perder de vista los valores fundamentales. El cuidado de los mayores no puede ser delegado solo a instituciones, sino que debe seguir siendo parte del amor incondicional de la familia. Aunque la vida moderna nos exige mucho, debemos encontrar el equilibrio para que, a pesar de las presiones laborales, no perdamos lo más importante: la relación humana.

Como científico, siempre me alejé de estos temas humanos, pero ahora entiendo que el futuro del ser humano no puede estar solo en las máquinas ni en la tecnología. La reconciliación entre el ser tecnológico y el ser humano es fundamental. Los avances científicos son vitales, pero no son suficientes sin la empatía y la compasión. La sabiduría no radica solo en lo que conocemos, sino en cómo usamos ese conocimiento para construir un mundo más justo y humano.

La clave está en cómo integramos la tecnología con los valores humanos. La ciencia debe seguir avanzando, pero nunca a costa de lo que nos hace realmente humanos. El futuro de la humanidad no está solo en la creación de máquinas más eficientes, sino en cómo mantenemos nuestra esencia humana en un mundo cada vez más tecnológico. Solo así podremos construir un futuro donde nunca se pierda lo que realmente importa: el cuidado, la compasión y el aprecio por los demás.

Este es el balance que mi silencio me advierte. No es una lección de ciencia, sino de vida

  

NÚMEROS Y HUMANIDAD

Las calles coloniales, arregladas,
casas de personajes históricos,
impecables edificios de ministerios,
aquí, el pasaje añejo de José Olaya.
El damero de Lima resplandece.

Allí, desarraigados o abandonados,
ancianos vendiendo para sobrevivir.
Cuerpos curvados, rostros gastados,
enfrentan el destino cruel del olvido,
sin importar el clima ni la oscuridad.

En contraste con la realidad:
años rodeado de equipos inertes,
su vida en laboratorios de silencio.
Su ser tecnológico de 45 años
ahora enfrentaba a su ser humano emergente.

Dolor, impotencia y desesperación
inundaron su mente y corazón.
¿A dónde está el crecimiento económico?
¿A dónde las políticas públicas de viejos partidos?
Caminaba atónito, mirando el infierno.

"Qué semana tan compleja pasé", se dijo.
Desde el balcón de su punto de apoyo matinal,
ayer, ese viejo setentón asistió a la universidad.
Recibió su diploma en medio de decenas de jóvenes.
"A esa edad todavía estudia", dijeron, ruborizados.

¡Qué conflicto interno! ¡Qué dudas desconcertantes!
Le sacudió su ser tecnológico aún vivo en él,
pero sentía que su ser humano crecía, aún con dolor.
Ayer supo de las casas de reposo:
padres ancianos entregados a su morada final.

"¿Ha cambiado tanto el mundo?", se preguntó.
"Mi ayer de números, ahora es de emociones y quebrantos."
No queda más que vivirlo con alma, corazón y vida,
sin temor, pero comprendiendo lo que le aguardaba.
Este es el balance que su silencio le auguró.

La Pluma del Viento

Lima, 29 de junio de 2025



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