AGUAS DE HUSGOR Y DON RAUL ESPEJO
Aguas de Husgor, aguas
hechizadas,
son tus praderas testigos mudos
de mis amores con una chiquiana.
Fango y lodo solo ha quedado y
agüitas turbias del recuerdo mío.
Así se inicia una de las
canciones más representativas de Chiquián.
Así como llevamos encarnado
en nuestros sentimientos al nevado Yerupajá, o al justiciero Luis Pardo, igual sentimos
que en los cimientos de cultura y recuerdos, está el paraje de Husgor, la catarata, la curva, el reservorio, y en la
parte baja la casa, el fundo de don Alberto Espejo. Son sinónimos de esa raíz chiquiana
que no se borrará jamás.
Cuando niño, veía como
subían porongos de leche en burros que llegaban a Chiquián, venían de Husgor de
las vacas de señor Raúl Espejo. El a
veces arriándolos a pie, otras veces montado a caballo, sombrero corto, poncho
abano de rayas claras doblado al hombro, ingresaba por quiullán, subía por dos
de mayo camino a las queserías.
Muy tiernos dejamos Chiquián
para estudiar secundaria, luego universidad, pero en todas las veces que
volvíamos por vacaciones o por fiestas, siempre visitamos Husgor, en primaria
lo habíamos hecho para estudiar las plantas y a la hora del almuerzo sacábamos
los fiambres que habíamos llevado, allí en la grama nuestros manteles
multicolores, conjugaban en belleza, con las cataratas de Husgor, que de rato
en rato, como alegrándose de nuestra visita, nos lanzaba manojos de gotas de
agua fría para refrescar el calor y fijar las enseñanzas del profesor.
Producto de esas visitas, la
fotos de Husgor adornan nuestra historia, son las credenciales de nuestro periplo
por la vida, allí estamos de niños, de jóvenes y de adultos, igual nuestros
ancestros dejaron en fotos blanco y negro las mismas evidencias. De modo que
Husgor es para Chiquián el paraje de inspiración permanente.
Hoy noviembre de 2013, ese paraje,
esa curva, esa catarata de Husgor, sus aguas y sus hijos, se sienten apenados, acongojados,
y tristes, ávidos de consuelo, de abrazos, porque su dueño, su padre, su guardián,
y sobreviviente de infinitas pruebas de dolor paternal, y desdén de la
justicia, está postrado de salud, casi desfalleciente, pero cual roble de esa
estirpe de valientes, que Chiquián se enorgullece de mostrar como Luis Pardo, está
don Raúl, soportando su malestar con gallardía, y lucidez.
Quisiéramos que don Raúl,
escuche y sepa en su lecho del hospital, que todo chiquiano, de ayer y hoy, niño,
adulto, o anciano, le guardamos respeto y admiración. Ese mal que te tiene
postrado, con seguridad no es por la vida que llevaste, sino por el dolor que
te produjo la muerte de tu amado hijo, asesinado por las hordas asesinas malditas de los
senderistas.
En este pequeño espacio
quiero rendirle mi homenaje a don Raúl Espejo, no solo porque es un
tarapaqueño fundacional, sino porque mantiene incólume ese hermoso Husgor, cuya imagen
es fondo de nuestras salas, inspiración de nuestros cantos de nuestra vidas, y
permanecerán por siempre.
Como saludo a usted don
Raúl, y recordando a Husgor permítame tomar las palabras de mi promoción y
amigo, Efraín Vásquez.
Naturaleza viva
mezcla de piedra, agua, verdor y misterio,
madre de duendes y cantaros dorados
en la febril mente de mi alocada niñez,
olor de
pólvora y eucaliptos,
curva de tierra muerta como la envidia de un
suspiro limpio,
motor rugiente por la pendiente que tu eco
repite a su paso,
pircas repletas de hierba santa,
pencas, shuplac, y helechos milenarios
virtud infinta que inspira al poeta que solo
recita tus encantos,
raíz del arco iris que pinta mi azul cielo
chiquiano.
Don Raúl, usted es símbolo
viviente de la valentía, fortaleza y justicia chiquiana. Fuerza y valor para
enfrentar su enfermedad que aquí miles estamos con usted y por su restablecimiento.
Fuerza don Raúl, Viva Tarapacá
y Viva Chiquián.
La
Pluma del Viento
Lima,
10 de noviembre de 2013
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