EN RECUERDO A OSVALDO ROGULICH
Buenos Aires promocionado por los tangos en la voz de Gardel fue el inicial recuerdo de esta ciudad cuando
aún niño oía en radio vía onda corta voces nostálgicas de emisoras del Plata que
mi padre ponía en las madrugadas de frío en el ande ancashino. Con el tiempo, en
vivo y en blanco y negro, vi por televisión el estadio de la bombonera y la
clasificación de Perú en el heroico 2 a 2 con goles de Cachito Ramírez. La
música y el futbol fueron desde mi infancia la identificación con esta ciudad
admirada y añorada por visitarla.
En el Perú la década del 70 la viví desde la universidad; cuando estaba en mi penúltimo año sucedió la clasificación del Perú al mundial de Argentina (1978) gracias al equipo de ensueño: Cubillas, Sotil, Cueto, Velásquez, Chumpitaz, Muñante etc. En lo social el futbol encubría los difíciles años de dictadura militar. Mi generación en la práctica no vivió los goces democráticos por lo que parecíamos acostumbrados al régimen dictatorial y que nuestro rol en la vida sería estudiar y trabajar, pero con vendas en los ojos y mente so pena de castigo.
A fines de los 70 había efervescencia en las calles, trabajadores y
organizaciones populares bullían por democracia y clamaban el fin de la
dictadura. Cuando terminé mi universidad en agosto del 78, me puse a buscar
trabajo; me presenté a varios lugares, pero la respuesta era la misma “vuelve
el próximo año, ahora está muy difícil” En medio de dudas y sintiendo olor a
desempleado, comencé a entender y justificar los reclamos de los trabajadores que
salían a las calles arriesgando todo, terminaban en medio de nubes de gases lacrimógenos
y enfrentamiento con las fuerzas del orden.
A mis 23 años y habiendo transcurridos 2 meses de terminar mis estudios
universitarios y sin trabajo, volvía avergonzado a casa, con la mente que estallaba
repitiendo: ¿qué futuro me espera? Mis
padres habían hecho el esfuerzo de mantenerme en la universidad durante casi seis
años. Era tiempo para aportar algo en casa o al menos cubrir mis gastos. Menos
mal que mi padre maestro jubilado de primaria, había construido una casa en una
urbanización al frente de la universidad donde estudié, con eso éramos hasta
cierto punto privilegiados porque la masa de migrantes ancashinos venidos tras
el terremoto del 70 esforzadamente se ubicaron en invasiones de arenales o
cerros cercanos a la capital. Aun así, mi madre y hermanos nos sentíamos migrantes
que sufrieron el desarraigo de venir a la fría Lima dejando nuestra esencia -cultural, ambiental, casa y animalitos- propio de nuestro ande peruano.
Como si la suerte acompañara al que está iniciando su carrera profesional, en
medio de las dudas un amigo en similares condiciones que buscaba trabajo me
avisó de la convocatoria a maestría en energía nuclear con pago mensual. El diario
de mayor credibilidad de entonces El Comercio presentaba esa convocatoria a
todas las especialidades de ingeniería y ciencias naturales. El examen se
realizó a fines de octubre: uno general multidisciplinar y otro por especialidades,
en mi caso física. Luego de los resultados ingresamos unos 25 de un centenar de
postulantes. Las clases se iniciaron el primer día útil de enero de 1979. La
maestría correspondió a un acuerdo entre el IPEN y la Universidad Nacional de
Ingeniería (UNI).
El 17 de marzo de 1980 trece exalumnos de la maestría pasamos a integrar la
plana de trabajadores del IPEN. Había ocurrido lo buscado: trabajo. Paralelamente
el ambiente político nacional cambiaba, el año 79 se había realizado la
Asamblea Constituyente y el 80 se iniciaba un gobierno civil, después de muchos
años volvíamos a los votos de elecciones generales, se eligió como presidente
del país al Ing. Fernando Belaúnde. La dictadura había terminado y se iniciaba
un espacio democrático.
Para la realización del proyecto CNIP el programa debía continuar independiente
del gobierno de turno. Así en el IPEN las autoridades que la conducían continuaron
(los cargos lo ocupaban los militares) en consecuencia se debía enviar a los especialistas
formados teóricamente a realizar el entrenamiento práctico en las instalaciones
de Argentina: centro atómico de Eseiza o de Constituyentes.
En mi caso me tocó viajar en el mes de agosto de 1981 y mi lugar de
entrenamiento sería el Centro Atómico de Constituyentes (CAC) ubicado en la
gran avenida General Paz. Mi código asignaba dirigir física de reactores en el
futuro reactor. Asi que llegué al grupo de física de reactores dirigido
por el Lic. Guillermo Ricabarra: muy reconocido en toda la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). También lo
integraban la Lic. J. Ricabarra, Lic. M. Bang, Lic. J. Piñeiro, Lic. R. Waldman,
Lic. A. Gómez.
Del grupo de física de reactores salíamos muchas veces a las 22 horas después de terminar las mediciones. Los que medían eran Josefina, Mariza y mi persona; así que de regreso ellas pedían un taxi que me llevaba hasta mi domicilio. De ellas puedo decir que eran muy trabajadoras y nunca reprochaban el trabajo que uno hacía, más bien alentaban. Les gustaba que les narrara sobre mi pueblo Chiquián. Nunca hablamos sobre política. Tenía muy pocas oportunidades para hablar con los otros investigadores, ellos llevaban sus programas de investigación propios.
En las mañanas solíamos conversar, a las 10.30
horas me aproximaba a la consola donde me encontraba con Osvaldo, u otro operador
que estaba allí. La mayoría de las veces hablábamos de deporte, de los
resultados del fin de semana. También ocurría que estaba trabajando en alguna
experiencia de los investigadores y me comentaba de qué se trataba. En otras ocasiones
la experiencia me correspondía participar, entonces me decía ingresemos al reactor
para realizar lo que pide Guillermo, lo acompañaba mientras realizaba los
cambios correspondientes o el posicionamiento de espadas con muestras de
hojuelas.
Hago este texto recordando a Osvaldo que hace unos
años (1983) falleció en el accidente de criticidad del reactor RA2 durante el cumplimiento
de sus labores, por ello para mí es un héroe de la ciencia y tecnología nuclear
en reactores nucleares de investigación. Podría haber estado en ese escenario acompañándolo pues sucedió un año después de mi estadía. Ahora no
es momento de hurgar responsabilidades, mi nota es para declarar mi alegría de haber
integrado ese grupo de física de reactores del RA2. Ellos eran capaces de
realizar experimentos y proponer modelos a cuestiones difíciles. Aquí las ideas y dedicación sobraban. Argentina
por haber tenido estos personajes y por su dedicación hoy ocupa los niveles más
altos a escala mundial en tecnología de reactores nucleares de investigación y también en centrales nucleares de energía.
Honor al
operador de reactores nucleares de investigación.
Honor al mérito de Osvaldo Rogulich.
Recuerdo y
admiración por siempre.
NOTA.
Osvaldo Rogulich falleció el 23 de setiembre de 1983 mientras trabajaba en el reactor nuclear RA2 en un accidente de criticidad.
La Pluma del Viento
Lima, 23 de setiembre de 2010
Comentarios