DESAYUNO INESPERADO EN SAN ANTONIO
Esta vez salí camino a comprar pescado desde el terminal de Chorrillos, era una tarea ansiada y postergada, pues quería disponer de una variedad de productos del mar para preparar un delicioso menú marino, bajo las manos milagrosas de la casa.
Eran las 7.45 h, cuando llegué al ovalo de Habich, los vehículos de todo tamaño estaban parados, entonces como no me place ir atrás de mucho tráfico, y peor si era un día que no iba al trabajo decidí salirme del ovalo y me desvié hacia la avenida Perú. Allí, desde la primera cuadra que da cerca a la municipalidad de San Martin de Porres y luego de cruzar calles de manera zigzagueante volví a la panamericana por la auxiliar, estaba despejada, lo que demostraba que el nudo de Habich, era en realidad producto de la congestión en el primer paradero de Zarumilla debido que ahí se detenían los buses para dejar y tomar pasajeros, copando por lo menos dos de los tres carriles.
Mi ruta establecida inicialmente era salir hacia a la vía expresa (VE) desde la plaza unión, pero los hechos me impidieron seguir eso, dada la cantidad de autos, y buses que se detuvieron frente a la puerta del estadio Alberto Gallardo de Caquetá, de modo que continúe por debajo de esa plaza y salí por la avenida Alfonso Ugarte, hacia la plaza Bolognesi, desde ahí subí por Colón, a la plaza Grau, y de ahí tomé la VE, estaba muy ligera pocos autos, pero aumentaba la densidad mientras nos aproximábamos a la Av J. Prado, pasado el puente de Aramburu, el trafico se tornó completamente limpio.
Conforme avanzaba identifiqué el puente don de decía “Diez Canseco y Benavides”, entonces recordé que ahí me desviaba para llegar al Instituto de Gobierno de la USMP, y junto a eso me vino a la memoria la panadería San Antonio, donde solíamos a veces tomar lonche entre las 17 a 18 horas antes de ingresar al Instituto, y conforme avanzaba en mi mente estos recuerdos, el auto casi conducido por mi memoria se desvió hacia la salida correspondiente, y como si la sincronización fuera por internet de las cosas, el acomodador de carros me señaló un lugar donde aparcar, descendí me saludó e ingresé al restaurante de antaño, pedí casi de memoria sin leer la carta, “café con leche y el sándwich flauta francesa”.
Qué delicias, me dije, mientras miraba a las mesas donde los asistentes mostraban rostros alegres, conversaban plácidamente, talvez como yo, siendo sábado preferían desayunar fuera de casa, sentí como un bálsamo, que lo necesitaba desde hace días, para cortar el estrés que uno no se da cuenta que lo tiene, sino hasta que vez como la vida puede darte estos momentos, agradecí al auto por la decisión tomada.
San Antonio, 20 de mayo de 2017
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