OFICIALES DE NUESTRO CUIDADO
Desde hace siete meses, ya en condición de jubilado, he estado intensamente dedicado a una tarea que me reconcilia con el oficio: el diseño y desarrollo de cursos especializados para el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Tres propuestas tomaron forma en ese tiempo: Análisis por Activación Neutrónica (AAN), Formación de Operadores de Reactores Nucleares (OPER) y Oficiales de Protección Radiológica (OPR).
Este último curso acaba de cerrar su etapa
teórica. Fueron siete semanas de trabajo virtual, con una participación
inicial de 150 inscritos. Tras las evaluaciones correspondientes, 40
participantes han sido seleccionados para continuar con la fase práctica
presencial, que se inicia el próximo lunes (15.12). Es el tránsito natural del
conocimiento: de la pantalla al laboratorio, de la teoría al contacto con los hechos.
En medio de la preparación de esta etapa
experimental —y luego de recorrer los ambientes donde trabajan cotidianamente
los Oficiales de Protección Radiológica— sentí la necesidad de detenerme un
momento. No para evaluar, no para corregir, no para planificar. Solo para registrar
una impresión.
Saqué el cuaderno que siempre me acompaña, me
senté en un rincón, y en el escaso tiempo de descanso escribí lo que sigue. No
es un informe ni una reflexión técnica. Es una mirada humana sobre
quienes, desde el silencio, el procedimiento y la disciplina, cuidan nuestras
vidas cuando la radiación está presente.
Así nació este poema
OFICIALES DE
NUESTRO CUIDADO
En su espacio,
en su querencia,
en su ambiente,
son multitareas,
siempre protocolares.
Las radiaciones se respetan
y, bien comprendidas,
contribuyen al bienestar a la paz.
Aquí germina y florece
la protección radiológica.
Son especialistas,
dedicadas a nuestro cuidado.
Ellos saben cómo se visten,
cómo se mide y se reconoce la radiación.
Desde aquí observan sus rituales,
sus caminos de danzas precisas.
No solo con equipos:
sino con sabiduría y conocimiento.
Su ambiente, pulcro,
ordenado, pintado,
cobija un silencio productivo y responsable.
Nada se pospone
aquí los procedimientos prevalecen.
Cada paso está escrito,
cada suspiro está probado su eficacia.
El color amarillo y el
trébol anuncian cuidado.
El panel de control,
plagado de pequeñas luces,
dice: todo está bajo control.
Sin embargo, desde su pupitre,
algún destello inusual puede aparecer.
Entonces, como un titán silencioso,
se equipa y sale al encuentro de la imperfección.
Oficiales de
Protección Radiológica se llaman.
Sobre ellos recae
la protección de nuestras vidas.
Llegan antes que todos
cuando hay radiaciones.
Por ello, respeto
y reconocimiento a ustedes,
protectores en este mundo de radiaciones.
La Pluma del Viento
RACSO, 4 de diciembre de 2025

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