EL ÚLTIMO ANIVERSARIO: UN VIAJE DE CIENCIA, MEMORIAS Y GRATITUD


El prado de acceso a las colinas de Huarangal era hermoso, un paisaje de flores que abrazaba el valle de Chillón, que en esos días aún era el soporte de comida para la ciudad de Lima. Para llegar al centro nuclear, había dos opciones: la movilidad propia o los omnibuses que la institución proveía, ya que no existían colectivos y los taxis eran escasos.

Han transcurrido 36 años desde aquel 19 de diciembre de 1988, cuando los presidentes de Perú y Argentina inauguraron el Centro Nuclear de Investigaciones del Perú (CNIP), una fecha que marcó el inicio de una nueva era para la ciencia nuclear en el país. Desde esa inauguración, el centro cambió su nombre a RACSO, pero los recuerdos de aquellos primeros días permanecen intactos en la memoria de quienes fuimos parte de esa historia.

Este año es especialmente significativo para mí, pues no solo celebro este aniversario como lo he hecho tantas veces, sino que también lo hago con la conciencia de que será el último que viva como parte activa de RACSO. El próximo año, me jubilaré. Pero, como sucede en la vida, el destino no siempre sigue los planes que uno traza. Este año, por cuestiones personales, me encuentro en casa, celebrando mentalmente desde mi escritorio, donde la pluma se ha convertido en mi compañera en este día especial.

Recuerdos: El Inicio de una Gran Aventura

Este 2024 es especial, pues se superponen dos momentos: aquel de 1988, cuando RACSO nacía, y este, en el que yo me preparo para decir adiós. Llegué al IPEN en 1980, cuando aún era un joven universitario provinciano, lejos de mi Chiquián natal, con la meta clara de aprender y contribuir al progreso de mi país. La universidad, exigente como ninguna, me formó para enfrentar los desafíos del futuro, y a la velocidad del viento, logré mi lugar en la ciencia. Cuatro décadas han pasado desde entonces, y, aunque en muchos momentos sentí la incertidumbre de la juventud, nunca dejé de perseguir mi propósito.

Cuando empecé en el IPEN, mis sueños eran grandes, pero también era consciente de los retos. Sin embargo, como todo en la vida, el trabajo duro, el esfuerzo colectivo y la dedicación nos fueron llevando, paso a paso, a un proyecto que cambiaría nuestras vidas: el desarrollo y operación del reactor RP10. Recuerdo los días de los primeros experimentos, las mediciones con ioduro de sodio y el esfuerzo titánico por poner a punto la infraestructura. Todo se hizo posible gracias al trabajo en equipo, desde la llegada del intercambiador de muestras, hasta el detector de germanio hiperpuro que nos permitió avanzar en las mediciones cruciales para la puesta en marcha del reactor.

La fecha de la inauguración, el 19 de diciembre de 1988, estaba marcada en nuestro calendario. Cuando supe que los presidentes Alan García y Raúl Alfonsín llegarían a nuestra sala de física de reactores, me invadió una emoción indescriptible. Ese día, estreché las manos de esos grandes líderes, y con ello, recibí el mayor de los estímulos: un reconocimiento al trabajo de un joven científico que había dedicado su vida a la investigación nuclear.

Actualidad: La Despedida

Hoy, 36 años después, la memoria se convierte en mi único refugio. En este último aniversario, no estaré físicamente en RACSO, pero mi alma sigue allí, abrazada a esos recuerdos que forjaron mi carrera y que me han dado una vida profesional llena de retos, logros y amistades invaluables. Como físico, he dedicado mis días a escribir informes, artículos y teorías, siempre con la precisión que la ciencia demanda. Pero hoy, al poner en palabras mi despedida, me permito ser subjetivo y, por primera vez en tanto tiempo, dejar que mis sentimientos fluyan.

A lo largo de estos años, compartí risas y trabajo con colegas y amigos, desde los experimentos más complejos hasta los campeonatos de fútbol, ajedrez y ping pong, que no solo fortalecieron nuestras habilidades, sino que también cimentaron una relación de confianza que trascendió el ámbito laboral. No puedo dejar de mencionar a aquellos operadores del reactor, con quienes compartí largas jornadas de trabajo y celebraciones, sabiendo que, en la gestión del conocimiento, el aprendizaje no solo se daba en las salas de control, sino también en los momentos de socialización, de compartir experiencias, de enfrentar juntos los desafíos.

Hoy, los jóvenes científicos que siguen los pasos que una vez di, conocen de los riesgos que corrimos, pero también de los logros que alcanzamos. Este último aniversario es un tributo a ellos, a quienes seguirán construyendo el futuro de RACSO, y a los que, aunque valoro, no me verán más entre ellos.

Mis recuerdos están guardados en cada rincón de este centro, en cada medición, en cada investigación, en cada paso que dimos juntos. Pero también están en cada fútbol, en cada celebración, en cada sonrisa compartida con mis compañeros. Mi vida profesional ha sido tan intensa como gratificante, y RACSO ha sido mi hogar durante 40 años.

Hoy, a todos los trabajadores de RACSO, les envío mi más profundo agradecimiento. Ustedes son el alma de este centro, y a través de sus esfuerzos, seguimos adelante. Este es mi último aniversario, pero siempre llevaré en mi corazón a esta institución, a este centro, que marcó no solo mi carrera, sino también mi vida.


Último Aniversario: El Eco de Mi Despedida

Hoy, en tu 36 aniversario, veo tu inmensa luz,
mi voz se apaga, mis palabras sucumben,
prefiero que mi alma cante entre tus paredes,
el eco de mi juventud que floreció aquí,

Te vi nacer, con ojos llenos de esperanza,
tu reactor un faro y yo un joven empedernido,
bregando con la ciencia en días sin horarios,
aguardando el momento que lo planeado cobrara sentido.
No importaba que la penumbra creciera o los monitores cantaran
prefería la medición, el cálculo, la certeza motivaba mi alma

Recuerdo aquellos años en los que no había descanso

tras las cortinas del laboratorio buscábamos el saber

en la magia del núcleo que invitaba a descubrir

todo aquello que aún estaba por desvelar.

 

Mi juventud fue tuya, mi esfuerzo también,
el eco de las fórmulas nunca cesaba,

el amor por la física que nació en el Ande

se consolidó entre tus colinas áridas y silentes,

me facilitó llegar a doctor sin goce de haber,

pero pleno de gratitud, porque colmó mi sueño infantil.

 

En la rutina, al lado de mis amigos, compartimos el silencio,

del mismo modo que el balón en la cancha,

el ajedrez en la mesa, y el brindis lleno de risas.

Los grandes momentos surgieron de aquello tan sencillo

la camaradería se tejía en cada pase,

en cada juego, en cada palabra compartida.

 

Hoy, alzo la copa por ustedes,
por los jóvenes que siguen este camino,
con la esperanza de que, algún día,
mis palabras, mi pluma, mis huellas
serán la chispa que encienda su pasión,
que en sus ojos brille el mismo fuego
que una vez encendió mi corazón.

Mi despedida no es un adiós, es un abrazo
a cada uno de ustedes, al IPEN que me vio crecer,
a los trabajadores que hicieron posible este sueño,
quienes, con sus manos y su alma,
tejen el futuro de RACSO, nuestro legado.


A ti, RACSO, mi hogar,

donde la ciencia fue mi vida,
y la amistad mi fuerza.
Te dejo con un agradecimiento eterno,
como el viento que sacude al final del día,
un gracias que jamás se olvida,
porque tú, siempre, vivirás en mi memoria.




La Pluma del Viento

Lima, 19 de diciembre de 2024

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