NOCHE ESTELAR CLUB ANCASH: MAYOLO CIENTÍFICO DEL BICENTENARIO
Inicio mi participación
agradeciendo a la directiva del Club Ancash, en la persona de su Presidente Dr. Arnulfo
Moreno Bardales, por la organización de esta histórica reunión, y en
segundo lugar a la invitación también del cineasta Sr. Roberto Aldave Palacios autor de los maravillosos documentales
que acabamos de ver. Él nos ha propuesto el encuentro con la memoria y la
grandeza. Porque en los momentos trascendentales de nuestra historia hay figuras
que brillan como estrellas solitarias, iluminando no solo su tiempo, sino
también el nuestro.
Esta noche, mi participación
se centra en el documental sobre Santiago
Antúnez de Mayolo, sabio de los Andes, científico visionario, y, sobre todo,
un peruano que dedicó su vida a transformar los ríos caudalosos de nuestras montañas en torrentes de progreso integral.
Hoy 5 de diciembre, nuestro
Club Social Ancash, le rindió un homenaje que trasciende lo formal, para convertirse en un acto de justicia
histórica, en el marco del Bicentenario de nuestra independencia, que
celebraremos el 9 de diciembre. Este evento nos recuerda que la libertad no se
reduce al grito de Ayacucho, sino que se perpetúa en las ideas y obras de
aquellos que, como Mayolo, desafiaron la inercia del tiempo, y las limitaciones
de su entorno administrativo y político.
Santiago Antúnez de Mayolo
no es solo un nombre en los libros, ni imágenes olvidadas de algún museo. Es el
eco de un río que fluye, de un saber que llama, de un país que despierta. Hoy,
en este documental hemos explorado su vida, sus logros y las lecciones que,
como un faro, nos guían hacia un horizonte de posibilidades. Lo que hemos visto
nos llena de orgullo, de ser parte de la tierra ancashina que vio nacer a este
gigante de la ciencia e ingeniería.
Esta noche hemos sentido a
las gotas de agua que corren por nuestras montañas, y que son un tributo a la
fuerza transformadora del conocimiento.
La Vida de Santiago Antúnez de Mayolo
En el corazón de Aija, Ancash, un pequeño niño crecía entre los caminos
pedregosos y las chacras húmedas de la sierra. Allí, rodeado de ríos que
descendían cantando desde las alturas y montañas que parecían guardar secretos
milenarios, Santiago Antúnez de Mayolo comenzó a moldear su espíritu curioso y
su imaginación inagotable. No era solo un niño jugando con el barro; era un
pequeño alquimista que, sin saberlo, ensayaba las primeras ideas que décadas
más tarde transformarían la geografía del Perú en un motor de progreso.
La naturaleza era su aula y sus manos, el instrumento
para entenderla. Construía puentes improvisados sobre los arroyos, canalizaba
el agua con pequeños caminos y observaba con asombro cómo la tierra y el agua
podían unirse para crear algo nuevo. Su infancia, tan simple como mágica, fue
el preludio de una mente destinada a trascender los límites de su tiempo.
El camino de Santiago lo llevó de las montañas de Aija a las aulas del
prestigioso Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en Lima, donde no solo brilló
como estudiante destacado, sino que recibió la medalla de oro, un
reconocimiento que honraba su excepcional inteligencia. Pero no se detuvo allí;
ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde el rigor de las
matemáticas y las ciencias encontró en él a un discípulo ideal. En la
universidad, Santiago no solo aprendía, sino que gestaba las ideas que más
tarde lo llevarían a cambiar el rostro de la ciencia y la ingeniería en el
Perú.
Sin embargo, su sed de conocimiento lo llevó más
lejos. Gracias al sacrificio de su familia, que vendió parte de su hacienda para
financiar su educación, viajó a Europa, el epicentro del saber científico de la
época. En Grenoble, Francia, se sumergió en los estudios de ingeniería
eléctrica, e industria electróquímica, mientras respiraba el aire vibrante de una época revolucionaria en la
física, donde nombres como Einstein y Curie lideraban la transformación del
conocimiento. Allí, en la cuna de la radiactividad y la relatividad, Santiago
absorbió no solo teorías, sino una visión que traería de vuelta al Perú.
En 1924, desde su posición de estudioso avanzado en Europa, Santiago presentó
una hipótesis audaz: la existencia del "elemento neutro" en el núcleo
atómico. Esta idea, revolucionaria para su tiempo, precedió al descubrimiento
oficial del neutrón por James Chadwick en 1932, ganó el nobel de física en 1935. Igualmente ocurrió con el "electrón positivo" que postuló, y que en 1928 Dirac lo propuso también, y posteriormente se descubrió en 1932 con Anderson quién ganó el nobel de física en 1936. Esto nos pone de manifiesto que Mayolo tuvo la capacidad de estar a la vanguardia de la ciencia, aun desde un país como el
Perú, que no contaba con los recursos para la investigación de frontera.
Al regresar al Perú, Santiago no solo trajo ideas; trajo soluciones. Con una
mirada aguda para reconocer el potencial de los recursos naturales del país,
desarrolló proyectos hidroeléctricos emblemáticos como el Cañón del
Pato, que se convertiría en una de las mayores fuentes de energía para
la región andina. También propuso y lideró iniciativas como la central
hidroeléctrica del Mantaro, que se convirtió en la columna vertebral del
suministro energético del Perú. Para Santiago, cada río que fluía hacia el mar
sin ser aprovechado era una sinfonía inacabada, una oportunidad perdida para
iluminar hogares, mover industrias y transformar vidas.
En sus propias palabras: “Cada río que se desliza desde los Andes es energía que se
desperdicia”. Esta visión no era solo
técnica; era profundamente humanista. Su misión no era únicamente generar
energía, sino también generar esperanza, demostrando que la ciencia puede y
debe estar al servicio de las personas.
La vida de Santiago Antúnez de Mayolo es una oda a la imaginación, el
sacrificio y la voluntad de transformar el entorno. Desde su niñez en Aija
hasta sus logros científicos y proyectos emblemáticos, su historia nos recuerda
que la grandeza no depende de dónde empezamos, sino de cuánto soñamos y
trabajamos para hacer realidad esos sueños.
Así, el niño que jugaba con el barro en las chacras se
convirtió en el arquitecto de un futuro iluminado, dejando un legado que aún
hoy inspira a quienes buscan transformar el Perú desde la ciencia y la innovación.
Legado y Enseñanzas de Mayolo
"Cada río que se desliza de los Andes es energía eléctrica que se
desperdicia". Con esta frase, Santiago Antúnez de Mayolo encapsuló una
visión que iba más allá de la técnica; era una declaración de principios. Para
él, el agua no era solo un recurso; era una promesa, un motor latente que podía
mover al país hacia la modernidad. Esta idea no era meramente ingenieril; era
profundamente humanista. Los ríos que recorrían nuestras montañas, con su
fuerza indomable, eran para Santiago la manifestación de una naturaleza
generosa que esperaba ser entendida y aprovechada con sabiduría.
En un tiempo en el que las voces rurales eran a menudo silenciadas por el centralismo y el desinterés, Santiago levantó una bandera por los Andes, por sus ríos y por su gente. Su ciencia no era ajena a la sociedad; era parte de ella, un puente entre la tierra y las necesidades humanas. En cada central hidroeléctrica que soñó y construyó, transformó la naturaleza en luz, en calor, en vida.
Mayolo entendió que la ciencia no conoce fronteras, pero que debe enraizarse en
el conocimiento local, y usar lo universal. Desde los Andes que lo vieron crecer hasta los
laboratorios europeos donde se gestaba el conocimiento de vanguardia, su vida
fue una síntesis de dos mundos. Aprendió de Einstein, Curie y Rutherford, pero
siempre reflexionando sobre su Perú con una mirada propia, adaptando ideas globales a
nuestra geografía única (andina, costeña y amazónica) y nuestras necesidades específicas.
Para Mayolo, conectar lo local con lo universal no era solo un ideal, sino una necesidad. Él veía en cada pueblo, en cada niño de las montañas, un potencial que podía florecer si se regaba con conocimiento y oportunidades. Esta conexión entre lo propio y lo ajeno, entre lo pequeño y lo grande, es una de las lecciones más poderosas que nos deja su vida.
Desde Aija, Santiago Antúnez de Mayolo soñó con un Perú iluminado, no solo por
las lámparas eléctricas, sino también por el conocimiento. Hoy, ese sueño sigue
vivo en cada rincón del país donde un niño construye con barro, juega con el
agua o mira las estrellas preguntándose qué hay más allá. Mayolo nos enseña que
esos niños, con la guía adecuada, pueden ser los científicos y visionarios del
mañana.
Es por ello desde 2012 cuando cumplió 125 años de su nacimiento, hicimos la propuesta que la repetimos hoy, crear un semillero de la ciencia en Aija, un espacio donde los niños puedan explorar, aprender y desarrollar su potencial. Pero ahora que se haga lo mismo en cada capital de las provincias de Ancash, sería un homenaje a su legado, un lugar donde las mentes brillantes del Ande puedan crecer y contribuir al desarrollo del país, tal como lo hizo Santiago. Imaginemos a Ancash lugar predestinada en que cada niño sea un posible Santiago Antúnez de Mayolo, listo para transformar el Perú con su creatividad y esfuerzo.
La grandeza de Santiago no radica solo en sus logros científicos, sino en su
compromiso con el desarrollo social. Él no veía la ciencia como un fin en sí
mismo, sino como un medio para transformar problemas en soluciones, para
mejorar vidas. Su trabajo no se limitó a la teoría; se plasmó en proyectos
concretos que llevaron electricidad, agua y esperanza a miles de peruanos.
Su capacidad de soñar en grande se combinaba con
una habilidad única para aterrizar esos sueños. Desde la creación de centrales
hidroeléctricas hasta su propuesta sobre la existencia del neutrón, su legado
es un recordatorio de que el verdadero valor de la ciencia está en su impacto
en la sociedad. Santiago fue un científico completo porque entendió que el
conocimiento sin acción es como un río que nunca llega al mar.
Santiago Antúnez de Mayolo nos enseñó que el Perú tiene la capacidad de iluminarse con su propia luz, de transformarse con su propia fuerza, de crecer desde sus propias raíces. Su vida y obra son un testimonio de que la ciencia, cuando se pone al servicio de la sociedad, no solo resuelve problemas, sino que también construye futuros. Es nuestro deber, como país, honrar su legado y seguir construyendo sobre los cimientos que él dejó, para que cada río, cada mente, y cada sueño encuentren su cauce y su destino.
La Pluma del Viento
Lima, 6 de diciembre de 2024
SANTIAGO ANTUNEZ DE MAYOLO CIENTÍFICO DEL BICENTENARIO
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