ME SOLIDARIZO PORQUE EL SIGUIENTE PUEDO SER YO
Las
equivocaciones son parte de la vida
Somos seres humanos
proclives a la equivocación, al error, eso es normal, está en nuestro
cotidiano, incluido nuestro trabajo, es parte de la vida. Si el error es leve,
pasajero, el asunto termina con una disculpa, o un castigo simple de llamado de
atención, un jalón de orejas cuando somos niños.
Sin embargo, el
tema, se hace serio, cuando el error, tiene efectos, profundos, no importa que sea
pasajero, si esto conlleva dolor y maltrato excesivo. El error es mucho más grave,
cuando las consecuencias son prolongadas, permanentes hasta eternas. En estos
casos el resarcimiento tiene que ser claro, contundente, oportuno, nunca tardío.
La cultura del espectáculo, de la banalización de la dignidad
Cuando la
equivocación mella lo más valioso de una persona, su dignidad, su nombre, y lo
hace públicamente entonces, ese error no puede dejarse pasar por alto, ni solo
merecer una disculpa privada. Eso es lo que ocurre con la prensa (la mala
prensa y la que abunda, lamentablemente), que cuando comete un error, la reparación
es lenta, pobre y hasta inexistente.
Los periodistas (los malos lo que abunda) agentes de la noticia prefieren el rating, el escándalo, sin antes efectuar la validación, verificación, evaluación, es decir sin investigar el hecho. Su análisis es simple: “si los otros medios van a sacar la noticia, sin investigar, mejor lo lanzo yo y soy el primero”, que les importa si fue mentira, si ensució el nombre de alguien, sobre todo si se trata de nombre poco conocido, ni es un gran empresario, o reconocido político. Para la prensa amarilla, la noticia escandalosa pesa más que el valor de la persona.
Los periodistas (los malos lo que abunda) agentes de la noticia prefieren el rating, el escándalo, sin antes efectuar la validación, verificación, evaluación, es decir sin investigar el hecho. Su análisis es simple: “si los otros medios van a sacar la noticia, sin investigar, mejor lo lanzo yo y soy el primero”, que les importa si fue mentira, si ensució el nombre de alguien, sobre todo si se trata de nombre poco conocido, ni es un gran empresario, o reconocido político. Para la prensa amarilla, la noticia escandalosa pesa más que el valor de la persona.
Lo digo en forma
genérica, porque esa es el accionar denominado normal de la prensa, es “la
cultura del espectáculo, del todo vale frente al rating, del desprecio por la
verdad, de la banalización de la
dignidad”, del simplismo irreflexivo que “lo que manda es el mercado, eso le gusta a la
gente”, “si no te gusta cambia de canal”.
Muchos dejamos
pasar esa situación porque finalmente se trata del espectáculo. Pero no es así,
sutilmente se grava en nuestro inconsciente, el irrespeto por la verdad, y termina invadiendo también a las instituciones
rectoras de justicia e investigación. Tal como son las fuerzas policiales y en
poder judicial. Y, es ahí cuando la confianza se pierde y se socaba la
sociedad, ya no es el periodista del ampay, de Magaly, ahora es el Estado, representado
por las FFPP. Comente el mismo error, no la cotejan, ni la evalúan, lo lanzan
en alianza con los medios de comunicación. Una colusión de irresponsabilidades.
La cultura de la solidaridad
Cuando estos acontecimientos
ocurren con un desconocido, lo pasamos por alto, nos interesamos un momento, para
saciar nuestra curiosidad, y seguimos la
vida. No solemos ponernos en la persona afectada, sino hasta cuando el agraviado es conocido
nuestro, un amigo, y peor si es nuestra familia, nuestro hermano, padre o hijo.
Allí es cuando la herida es grande dolorosa, y la impotencia se acrecienta, cuando
tienes al frente a los monstruos, de la prensa del escándalo, irresponsables, y
a autoridades, débiles, irresponsables, apresuradas.
Aquí me viene a la
memoria el poema de Bertolt Brecht, (pero en realidad el autor es el también alemán:
Gustav Niemoller (1939), que nos dice que, “si no nos solidarizamos con el
afectado por estos abusos hoy, … no habrá quién lo haga por ti, cuando seas tú
el siguiente afectado”.
Cuando los nazis
vinieron por los comunistas,
guardé
silencio, porque yo no era comunista.
Cuando
encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé
silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando
vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque
yo no era sindicalista.
Cuando
vinieron a buscar a los judíos,
no protesté, porque
yo no era judío.
Cuando
vinieron a buscarme,
no había nadie
más que pudiera protestar.
La Pluma del
Viento
Lima, 16 de marzo de 2014
http://www.4shared.com/mp3/JLWhu2dGce/Solidaridad_juan.html
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