VOLVER A LOS REGALOS

 



No tenía otra manera de equilibrar su mente abrumada por el trabajo cotidiano. 

-- Basta de visitar revistas, buscar artículos, evaluar ideas para investigar. 

Cerró el computador, raudo abrió el garaje y salió con su auto con la mínima idea diferente a los números: lavar su auto. No se le ocurrió otra más compleja como visitar museos, comer en algún restaurante, menos salir al encuentro de amigos. El día anterior, día de navidad, conversando con un médico neurólogo en sobremesa, le había confiado un modo propio de cómo "refrigeraba" su estrés mental: llevar siempre un libro de narrativas, y leer en cualquier lugar, detenerse solo cuando su mente le diga "basta estoy oxigenado". Es que en su mundo tecnológico carecía de desfogues humanos, por lo que en su morral o maletín nunca le faltaba "baterías" literarias. 

En este momento mientras espera el lavado de su auto se le notaba concentrado en su lectura como viajando en su torbellino literario, no le importaba si a su redor hubiese bulla, o le salpicara agua, ni el aroma a soldadura que por ratos invadía al taller, tampoco el lenguaje cargado de lisuras que soltaban los trabajadores. 

-- Bien, ahora a escribir un poco. 

Sacó su cuaderno fiel que lo acompaña a cualquier lugar, se le notó alegre, era un cuaderno nuevo producto del regalo que por navidad un familiar sabedor de su debilidad por la escritura le regaló. No era creyente pero si respetuoso de las costumbres de otra persona, de modo que si no practicaba el regalar en noche buena, tampoco rechazaba si ocurriera lo contrario. 

-- No es bueno mantener esa costumbre de recibir y no regalar. 

En su rutina navideña no estaba la actividad regalar, hasta en su programa de radio había expuesto que "la navidad se ha tornado muy consumista perdiéndose la esencia de reflexión y orientándose solo al regalo". Sin embargo, anoche por cuestiones del azar, había participado en la entrega de regalos en una reunión familiar y notó que era muy agradable las escenas ocurridas, había motivo de alegría, risas,  bromas, agradecimiento y aplausos. 

-- ¿Acaso la vida no busca alegrías compartidas?

Fue un golpe a su sentido de amistad. No tuvo alternativas y reconoció que era cierto y "eso es lo que requerimos, llevar sonrisas aún en las peores circunstancias, es la esencia de la navidad, nos volvemos niños por momentos: reímos, jugueteamos, nos alegramos en conjunto", se dijo conmovido. Y como sellando en su mente este hecho, se planteó integrar a su rutina de navidades esta costumbre.

Igualmente, mientras los lavadores le sacaban brillo al auto, él seguía en otro mundo. Las navidades de ayer le habían dejado, también, otra huella nueva. Observó por primera vez que cuando se reúnen adultos jubilados en la conversación suele brotar aspectos relacionados con la salud producto de la edad. Entonces el ambiente navideño de alegría cambia. 

-- Familia, saben que debo volver a casa temprano. Dijo una participante cuando el día aún era muy temprano.

Es que sus actividades cotidianas desde hace ocho meses había dado un vuelco total, debía cuidar de cerca a su familiar. Esta declaración modificó por completo el ambiente compartido de la reunión. Todo cambió hacia entender, compartir y motivarse. Recordó que hace unos años había leído a Nicholas Christakis en su famoso libro Conectados que expresaba una "ley de la sociedad" como si fuera la gravedad en la física, esta vez denominada, "la regla de los tres grados": personas que se encuentran a tres niveles de nosotros nos influyen más de lo que podríamos imaginar. Para hacerlo mas entendible incluso dice que "el amigo del amigo de un amigo ejerce una influencia mayor en nuestro estado de ánimo que cinco mil dólares en el bolsillo".  Entonces en adelante tendremos que compartir esa dificultad del familiar. Lo positivo de esta ley es que también nos enseña a buscar curas colectivas, y que la felicidad también puede ser contagiosa. 

El auto estaba casi listo, limpio y encerado, pero él seguía ensimismado, concentrado en su galaxia. Finalmente como volviendo a tierra, trató de hacer un balance, nada filosófico mas bien práctico, pues había sentido el dolor inmenso de la falta de salud del familiar mientras viajaba en el tren cósmico. Conforme cerraba su cuaderno se le oyó decir: ahora que hay salud, alegrémonos al máximo en estos encuentros familiares de navidad, que nos invada alegría, regocijo, al fin de cuentas es solo una noche, o unas pocas horas; porque cuando los años pasen, y la vejes doblegue nuestra salud, aun si quisiéramos no podremos hacerlo, porque seguro que alguno de nosotros o varios estarán postrados y eso lo sufriremos todos. Así que a cuidar nuestra salud con todo esfuerzo y disciplina, hasta la próxima navidad, esta vez intercambiaremos regalos todos, desde el menor hasta el tatarabuelo. Tal vez sean las últimas sonrisas. La vida es corta a disfrutarla.

Feliz navidad.

La Pluma del Viento

Lima, 26 de diciembre de 2023



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