MI LECTURAL FINAL
Los símbolos de despedida —coronas y lágrimas— de flores, cubrían la entrada, las paredes y el piso. Acompañaban su último descanso. Llegué muy temprano; sabía que abrirían a las nueve de la mañana. Ayer no pude venir: los horarios esclavistas del trabajo, o quizá la costumbre de asumir responsabilidades incluso cuando el corazón pide otra cosa.
Como suelo hacer en estas situaciones: portaba en mi cuaderno electrónico (celular) el texto “impreso” en formato digital, publicado en mi blog Chiquián Cultura. Lo había escrito anoche, al terminar mis obligaciones. Esta rutina me ha convertido en cronista de ausencias: cada amigo que parte me deja tinta en las manos, que la pluma las publica. Esta es una ocurrencia de aquellas.
Con el breve tiempo que uno dispone en estas circunstancias, conversé con su esposa y sus hijos, y confirmé, lo valioso que es estar presente en estos momentos de despedida final. Aunque son cortos esos encuentros transmiten, con la mirada, el abrazo, las palabras infinitos recuerdos y dan estimulo y comprensión por lo que se vive. Así les dije, con la mente y el corazón, que su esposo y padre —nuestro amigo— nos había dejado mucha sabiduría en quienes lo conocimos en el Instituto Peruano de Energía Nuclear; por eso su recuerdo es grande, y su aprecio, inmenso.
Conforme avanzaba la mañana y llegaban familiares y amigos de Ricardo, para no incomodar mucho y realizar lo que planeé, les comuniqué que deseaba leerle unas líneas de lo que había escrito para él, en su recuerdo, en este día de su adios final.
Minutos antes, al aproximarme al ataúd, vi su rostro. En esos segundos, un torbellino de anécdotas me atravesó: en el laboratorio, partidos de fulbito, viajes al mar o la sierra. Entonces le dije, en silencio: He escrito algo para ti, y lo leeré en voz alta, como cuando reclamábamos salarios dignos o como arengábamos en el RP-0 antes de salir al campo en San Borja, defendiendo al equipo del reactor.
Y así fue. Llamé a su esposa y a sus hijos, y parados frente a él, leí el texto que había preparado. Mientras lo hacía, te vi sonreír, levantar el pulgar y decirme, con esa voz que aún resuena en el aire:
—Bien, Agustín… allá te espero, amigo de Chiquián
Nota: para escuchar el audio abra esta dirección: ....
RICARDO ESPINOSA NUCLEAR ADIOS


Comentarios