EL FUTURO SE CONSTRUYE NO SE ESPERA
La inquietud por saber el “por venir”, siempre fue de mucho interés para el humano. En el siglo 4 antes de la era cristiana, los griegos acudían a los oráculos, el más conocido fue aquel que residía en Delfos, allí se encontraba el templo dedicado al dios Apolo. En los tiempos actuales a pesar del gran avance de la ciencia y la tecnología, algunas personas aún recurren, fielmente, al horóscopo, que proviene de los babilonios desde hace 4000 años. O los más sofisticados, utilizan la cartomancia, el tarot, etc. En mis recuerdos, de niño, en Chiquián, oía, que visitaban a algunas personas, a que les leyera con el cigarro y la coca, “su suerte”, o “hacia qué lado se habían llevado sus acémilas robadas”. Estas predicciones siempre han estado ligadas al azar, a las creencias o a la tradición sin ninguna base científica.
Hoy, el futuro no se deja más al azar. Para tomar decisiones serias, inteligentes, el futuro se estudia, decididamente se construye. La técnica, en gran auge, que estudia el futuro es la PROSPECTIVA. En un escenario mundial de mucha competencia, las grandes empresas e incluso los países, realizan estudios de prospectiva, para avizorar futuro y construir aquel que les conviene. Este enfoque, de mirar futuro y luego construirla, ha llevado a lo que hoy se conoce como el PLANEAMIENTO ESTRATEGICO PROSPECTIVO. Es un avance y radical cambio a la usual manera de planificar, eminentemente retrospectiva, aquella que establece objetivos estratégicos basados en datos del presente y pasado, en la práctica mantiene el status quo, el futuro casi no lo toca. A lo sumo se hace una declaración de deseo en la Visión. El futuro que llegará sin que hagamos algo se le denomina el futuro probable, mientras que el futuro que uno soñaría, es el futuro deseable, aquel que se exagera en la ilusión, sin embargo el futuro que si se puede alcanzar con esfuerzo y planificación es el FUTURO POSIBLE, y ese es el que debemos construirlo.
Hace unos días conversaba con algunos amigos, y concluimos, que una de las herramientas principales que el joven debe adquirir, y en general el ciudadano, es su proximidad con el PENSAMIENTO PROSPECTIVO. Que se resumiría en la capacidad de construir futuro, que incluye a la capacidad de establecer objetivos y alcanzarlos. La educación debería fortalecernos esa capacidad, entrenarnos a mirar las señales que deja el futuro, cuánto más alejado es el futuro más difusa e imperceptibles. Pero ese futuro para convertirla en estrategia, debe conocerse cuantitativamente. Saber cuánto es la brecha con respecto al presente, permite saber cuánto debemos avanzar cada año, o cada mes. Y, cuánto de dinero se requiere. En el país la institución que maneja las estadísticas es el Instituto Nacional de Estadística e Informática, INEI, sin embargo ella no dispone de estos datos, simplemente porque el país, no estudia futuro. Ahora tímidamente, se está incluyendo algo de ello en CEPLAN. Los países de mayor empuje y desarrollo, si los tienen, hacen estudios de este nivel. En Sudamérica los que mayor desarrollo tienen en este campo son, Colombia, Chile y Brasil.
En la actualidad, a diario vemos señales relacionadas con lo que se denomina las olas de la revolución tecnológica: la miniaturización, la biotecnología, los nuevos materiales, y las tecnologías de la información. Estas olas van a cambiar a la sociedad, en su modo de vestir, alimentarse, establecer ciudades, comportamientos humanos y otros. Igualmente, se deja notar que los grandes problemas que la humanidad va a enfrentar, exigirán profesionales, interdisciplinarios y globales, consecuentemente las carreras que florecerán, tendrán que ser las intersecciones de las actuales estancas y separadas. Considerando que estos aspectos se presentarán a futuro, entonces, los jóvenes que se forman hoy deberían ser capaces de lidiar en esos escenarios. Así, la educación de hoy, tiene que ser PERTINENTE, dotarles de herramientas y contenidos, para ese futuro. No se puede seguir dándoles a los alumnos, herramientas y contenidos que ellos no utilizarán (pues resultarán obsoletos). A eso decimos que las competencias del futuro deberían definir la pertinencia de los contenidos y herramientas del presente.
En nuestra vida diaria, deberíamos incentivar la práctica del pensamiento estratégico prospectivo. Comenzando por desistir de los pronósticos vía la astrología, cartas, coca, cigarros, velas de colores, etc. Pues si hubiera planificación, no tendríamos porqué esperar que fuerzas sobrenaturales, no existentes, suplan lo que no hemos hecho. Deberíamos aproximarnos a charlas, conferencias, lectura de libros, donde se expongan temas del futuro basados en estudios científicos, no basados en lo que diga el charlatán más simpático por alguna emisora de radio o televisión. Lamentablemente en la mayoría de las emisoras prefieren otorgar espacios a los horóscopos, o predicciones de brujas y chamanes, que ceder algunos minutos a algún científico estableciendo escenarios del futuro. Esta es la diferencia entre una sociedad (medioeval) proclive a la superstición que una sociedad (moderna) que fomente la ciencia y la tecnología.
Agustin Zúñiga Gamarra
Doctor en Física
Lima, 3 de marzo de 2012
Comentarios