FELIZ DÍA MAESTROS, ESPECIALMENTE A LOS DE ZONAS RURALES
Ahí están, los campos verdes, el sol resplandeciente,
y el cielo azul que se extiende abrazando ríos, cataratas, cerros, punas y
nieves, es en ese escenario serrano sin igual donde las escuelitas rurales se
convierten en oasis del saber, en espacios de canto, teatro y deporte.
Mientras tanto, los padres distanciados de las
capitales departamentales y provinciales, se dedican con esfuerzo a cultivar la
tierra, criar animales, manejar telares, para proveer alimento y subsistencia a
sus familias. Ellos solo saben transformar con sus manos y conocimiento
ancestrales, la naturaleza en vida. Ellos no tienen acceso a libros,
periódicos, radio, televisión. El mundo rural, sufre la postergación del
centralismo, de ayer y de hoy, por ello tienen en el maestro la única
posibilidad de desarrollo de sus hijos para que “sean mejores que nosotros”,
como siempre lo repiten.
“Los maestros son los apóstoles de la verdad, que no
se detienen por la carencia de tecnologías o logística, les basta su entusiasmo
y el conocimiento que tienen, en doctrina, principios y técnicas pedagógicas”.
(Decía el libro de mi maestro de primaria don Arcadio).
Reconocemos que, gracias a su sapiencia, los niños
adquieren conocimiento básico en los números y letras, y sobre todo valores,
que son la esencia del ser y hacer, "honradez -que enseña a no apropiarse
de cosas ajenas-, la verdad, la responsabilidad al trabajo porque el éxito
significa esfuerzo, y sobre todo el amor a la naturaleza, a la mama pacha, el
cuidar a nuestros animalitos y atender con cariño a nuestras sementeras”.
Por eso los maestros son queridos, admirados, y nunca
olvidados por los padres, que reconocen que gracias a ellos sus hijos fueron
disciplinados bajo el rigor necesario, cuando pretendían salirse del camino y
ese reconocimiento y cariño es mayor en sus alumnos, que cuando adultos sienten
y valoran que fueron encaminados, para ser mejores ciudadanos, con sólidos
valores forjados por sus sabios cuidados.
Hoy, 6 de julio recuerdo a mi maestro don Arcadio
Zubieta, me veo asistiendo a una de sus clases magistrales, de aquellas que
seguro también lo tenían sus alumnos esparcidos por todo Bolognesi en alguna
escuelita de Mahuay, Cajacay, Pacllón, Ticllos, Corpanqui, Cajamarquilla o
Chiquián, pequeña o grande. Me veo en el aula de mi escuela la Prevocacional N°
351, él ahí frente a nosotros, la pizarra negra, pupitre al costado, paredes
adornadas de dibujos, mapas, símbolos patrios, entonando canciones, ahorrando
nuestras propinas sistemáticamente, cuidando el huerto escolar, el bosque,
preparando alguna obra teatral, o haciendo deporte. Y, claro, cómo no recordar
la exigencia casi militar cuando se trataba de aprender las lecciones, y sobre
todo el ejercicio de la puntualidad, al inicio de las clases y al regreso del
recreo.
Los maestros de esos tiempos que trabajaban en las
escuelas de las zonas rurales a diferencia de los urbanos, tenían que
desplazarse a lomo de caballos o a pie larguísimas leguas, pero llegaban
puntualmente, hoy cuando abunda movilidad, la puntualidad deja mucho que
desear, al punto que en algunos lugares solo están tres días a la semana. Por
ello, es importante volver a nuestra memoria todo esos hechos, pues demuestra
la entrega, compromiso, vocación de servicio que los maestros tenían en esos
tiempos, de ahí nuestra admiración que como alumnos guardamos por ellos.
Estos recuerdos nos demuestran que el mayor acceso a
la información y la abundancia de tecnología, no garantizan mayor calidad
humana y mejor ciudadanía, contrariamente nos advierte que en primaria se debe
fortalecer los valores en lugar de posponerlas con el fin equivocado de
adquirir más información, más conocimiento, como ocurre cuando se aplaude el
ingreso a universidades a niños de 11 años.
Ahora adultos tenemos que reconocer la valía de tener
maestros, como mi maestro don Arcadio, con vocación y conocimiento, entregados
en cuerpo y mente a formar ciudadanos, a dotar al niño, de herramientas
indispensables para hacer frente a la vida y salir airoso. En nuestro álbum
interno está presente la imagen de nuestro querido maestro, receptor, profesor,
porque fue la persona que nos encaminó, por la senda correcta, del amor al
estudio, a los números y las letras, él supo comprender e identificar nuestros
talentos, y acompañar con calidez las inquietudes y necesidades infantiles, que
muchas veces nuestro hogar no sabía o no lo podía brindar.
Finalizo rindiendo homenaje y agradecimiento a mis
maestros de primaria fallecidos y vivos, en primer lugar y hago extensivo mi
homenaje también a todos los maestros de mi querido Chiquián denominado “tierra
de maestros”.
Por ellos, Salud!!!!
Lima, 6 de julio de 2018
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