ESPERANZA Y JUSTICIA: HOMENAJE AL PADRE GUSTAVO GUTIERREZ

En la noche del 22 de octubre llegué a casa, y como de costumbre encendí el televisor, sorpresivamente me di con la noticia del fallecimiento del padre Gustavo Gutiérrez. Inmediatamente voló mi mente a los años 74 cuando en la universidad tenía un amigo Lucho, era muy seguidor de la religión católica, me proveyó el libro La teología de la liberación. Entones, con él comentábamos sus alcances, luego Lucho se dedicó a la enseñanza de Física en secundaria, también se hizo diácono de una iglesia por el barrio de Palao. 

Desde mis tiempos de seminarista, la lectura del nuevo testamento, y también algunos del antiguo, me acompañaron siempre. Les contaba a mis hermanos que cuando estudiante en Lima, en la academia y en la universidad, me acostumbré a anotar pensamientos, frases, de estos libros como motivadoras, cuando tenía algún bajetón, volteaba al reverso de la pasta del cuaderno y me "tomaba" alguna pastillita.

En el seminario San Francisco de Sales de Huaraz, regentado por la orden benedictina, "ora et labora" (reza y trabaja) -su emblema- se les veía siempre con libros leyendo mientras caminaban por los prados del gran bosque de la estancia Los Pinos.

No me ha gustado leer información secundaria, sino las escritas por sus autores, es decir primarias, por ello, me acostumbré a comprar las encíclicas, para leer de puño y letra los textos de los papas. Mi librería, frecuente en estos temas, ha sido y es Las Paulinas del centro de Lima y a veces, muy pocas, la que queda en Miraflores.

En el seminario nos invitaban los padres a acompañarlos a dar misas en la cárcel o en algun hospital,  o a hacer paseos por las estancias de Huaraz, o a veces cuando volvíamos de Huaraz a Chiquián, nos quedábamos "varados" con el camión en la puna, y para guarecernos bajábamos a alguna chosita, o cuando llegamos a Lima, para compartir casa con mis hermanos la habitación del garaje que mi tía nos ofreció. Todo ello fue cultivo, para considerar siempre que la iglesia, no puede quedarse en el mensaje elocuente desde el elevado púlpito sin provocar el cambio (práctico) en las condiciones de vida del pobre.

Así que me hice muy próximo al mensaje de la Teología de la Liberación (leído por mí no dicho por otro), aunque me alejé de la religión en tanto mis estudios de física, me llevaron a no creer en un dios, pero si respetar la fe de las personas si lo creyeran, porque eso les permite dar sentido a sus vidas y hasta transformarlas.

Siempre he admirado a los sacerdotes que expresan en sus homilías, citaciones del nuevo testamento, con el mensaje de Cristo y su compromiso con los pobres, para motivarlos a continuar en la vida, pero a la vez proveerles un camino para dejar de ser pobres -darles esperanza.

Me incomodaba, el mensaje de sacerdotes pastores de una iglesia pequeña o grande (me refiero al Arzobispo de Lima) mostraban arrogancia y distanciamiento hacia los pobres, por el contrario, daban la sensación de ufanarse de su condición de bonanza económica, de una iglesia partícipe del poder económico y político. Todavía lo recuerdo como ayer, cuando el padre Gustavo Gutiérrez, fue sometido a un "juzgamiento" en Roma (mismo Galileo), y aquí el cardenal lucía indiferente.

Con el fallecimiento del padre Gustavo Gutiérrez, su legado adquiere un nuevo significado. A través de su vida y obra,  nos recordó que la fe y la justicia no están separadas, sino que son aspectos inseparables de la misión cristiana. Su teología sigue siendo una inspiración para aquellos que buscan un mundo más justo y  solidario, donde el compromiso con los pobres sea una señal de auténtica humanidad y espiritualidad. 

Gutiérrez nos enseñó que la misión cristiana no se reduce a los muros de un templo, sino que se expande hacia cada rincón donde hay sufrimiento, exclusión y desigualdad. Con su visión, él nos dejó claro que no basta con contemplar la fe; es necesario encarnarla en cada gesto, en cada esfuerzo que alivie el dolor del otro y le restituya su dignidad.

A través de su obra, el padre Gustavo Gutiérrez nos desafió a reconocer que la opción preferencial por los pobres no es una idea abstracta, sino una opción concreta y radical basada en el amor, que invita a mirar el mundo con ojos de solidaridad activa. Su legado continúa vivo en cada persona que, inspirada por sus enseñanzas, lucha contra las estructuras de opresión y abraza una fe que se compromete y transforma. Su mensaje sigue siendo una guía luminosa para quienes que creen que la esperanza puede abrirse paso, incluso en los momentos más oscuros.

Hoy, al recordar su vida y sus palabras, reconocemos que Gustavo Gutiérrez ha dejado una huella imborrable en la historia de la teología. pero que su mensaje se extiende mas allá de los creyentes, porque enseña a ser humanos, y considerar a los pobres y olvidados, en el centro de nuestra preocupación, racional y sentimental, a pasar de la contemplación a la acción, a actuar con mirada de amor y compromiso. 

Su vida es un testamento de esperanza y una invitación para todos a construir un mundo donde nadie quede al margen.

Voces de Tierra y Esperanza

Que canten los pueblos su verdad,
que el grito del pobre se escuche en el altar,
la fe no es eco de templos callados,
sino de manos tendidas y de pasos dados.

En cada rostro abandonado de la historia,
habita Dios, es su eterna memoria.
Liberar no es solo rezar en la esquina,
es sembrar justicia en la piel del que porta espina.

Está Cristo en las calles, en los cuerpos dolidos,
en las madres que esperan, a sus niños perdidos.
No hay cielo sin tierra, ni paz sin justicia,
la fe se alza en la mano que agita y resista.

Que el pan no sea solo sueño en el aire,
que el agua bendiga cada yermo y cada valle.
Que el abrazo alcance aún al que nadie llama,
que el amor sea el lazo, que nadie desarma.


La Pluma del Viento

Lima, 27 de octubre de 2024




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