DE LO EXTENUANTE A LO AGRADABLE
A veces, la vida nos regala un instante de quietud en medio del vértigo: una mañana sin pendientes, una plaza que por primera vez miramos sin prisa, un café cuyo valor no está en su sabor sino en la calma de beberlo sin reloj.
En este texto, La Pluma del Viento te invita a contemplar la vida desde la esquina de los setenta años, donde la sabiduría se escribe con la tinta del descanso ganado. Porque hay lugares que no se miden en kilómetros ni en fama, sino en memoria y pertenencia.
Una reflexión breve y luminosa sobre el arte de detenerse, de valorar lo propio, y de descubrir que las cosas más valiosas aparecen cuando dejamos de buscarlas
Desde aquí contemplo la plaza mayor
en toda su extensión física e histórica.
El café vale, aunque su sabor no cuente;
cada molécula de aire da sensación de valía.
Pocas veces en mis setenta años
visité esta hermosa plaza
sin ninguna tarea pendiente.
Qué distintas se ven las cosas.
Desde las paredes brotan cánticos,
villancicos que en el aire se desvanecen.
Importa más la liviandad de mi mochila:
pocas veces anduve “sin qué hacer”.
Siempre me acompañó de cerca el cansancio,
la preocupación, el calendario y la nostalgia.
Hoy sé que los descansos valen más
cuando les preceden esfuerzos y logros.
Seguiré mi ruta convencido de que el café
cuesta más por el lugar que por el sabor.
Da igual estar en Buenos Aires o en París,
pero ninguno como el del Origen de mi barrio.
La Pluma del Viento
Lima, 23 de diciembre de 2025
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