Lucho Romero Un Recuerdo Ineludible
Es octubre 12, la fiesta de San Francisco de Asís, en el barrio Santa Luisa, un día de sol esplendoroso, la banda de músicos de Roca, entona el huayno oreganito, en medio del patio está bailando con pañuelo blanco en alto, terno plomo a rayas blancas, camisa blanca y corbata roja, la gente lo mira, giros amplios, de puro estilo chiquiano. Había llegado desde Barranca muy temprano, estaba siempre a tiempo para el inicio de la misa, no dejaba de estar cerca de los funcionarios, a quienes los conocía desde la niñez. Cuando fui capitán muy discreto se me acercó y me entregó una colaboración diciéndome, “hermano aquí te entrego algo, te va a servir, sé como son los gastos del capitán”, no me dio tiempo de decirle no, le agradecí y siguió su camino, compartiendo su alegría con sus amigos, con quienes quería vivir cada minuto, cada segundo.
Sé que se critica y hasta se cuestiona el rendir palabras de halago o reconocimiento de las personas que fallecen, te reclaman, “porqué no se los diste mientras vivo”. Sin embargo, otros pensamos de manera distinta, cierto es que se fallece por alguna razón y nos ocurrirá a todos, en algún momento, es la ley de la vida. Pero, tras cada persona que fallece quedan los familiares, los hijos, la esposa, los hermanos, y ellos requieren de demostraciones de solidaridad, de acompañamiento, de suplirles en algo la ausencia de su ser querido. Así, ese vacío lamentable, puede ser cubierto con recuerdos, que pueden llegar oralmente si hay oportunidad o también escribirlos cuando esta no se da. Para eso están las vías de comunicación. Dejar constancia en el libro del ciberespacio, que hoy es gratuito, para que los familiares puedan tomar contacto, rememorar escenas, lugares, aprecios, cuando deseen, es un compromiso ineludible.
Mis pocos años de residente en Chiquián, y las pocas veces que he ido en fiestas de agosto, me dieron escasas oportunidades de ver a nuestro amigo Lucho Romero, un fiel seguidor de la casaquilla roja y negra del cahuide, vecino de mi cuadra Sáenz Peña, de la esquina con el mercado de abastos, y también porque desde muy joven emprendió el camino del trabajo arduo en la costa, en su segunda ciudad natal Barranca, donde prontamente tuvo recompensas económicas destacadas, gracias a su dedicación, junto a su compañero de lucha Benjamín Robles, en esta ciudad han quedado sus huellas que enorgullecen al chiquiano. Recuerdo una corta escena de increparme por la perdida del penal en Huaraz, en la tienda de Pacho, cuando me dijo: “les hemos seguido desde diversos lugares para ver a nuestro cahuide campeón y en el momento decisivo fallas, que tristeza”, por su puesto no estuve de acuerdo por la forma como me lo dijo, pero luego vinieron otras tardes deportivas y terminó congratulándome y agasajando a los jugadores dadivosamente. Lucho fue un persona que sentía y vivía comprometidamente sus emociones, unidas a la esencia chiquiana, a sus costumbres y a su cultura.
Por eso bienvenida las notas, los recuerdos, de las personas fallecidas que dejaron grandes recuerdos, imágenes insustituibles en las actividades representativas de nuestro pueblo. Y que con esos recuerdos, sus familiares, no solo apaciguarán su dolor por su ausencia física, sino que se convertirán en acompañantes de nuevas motivaciones, permanecerán en su mente y corazón impulsándolos por ser cada día mejores, y a mantener vivo los grandes logros. Por ello vale decir, Lucho Romero Moreno, ha trascendido la vida terrenal para vivir permanentemente en el pensamiento y recuerdos no solo de sus familiares, sino de sus amados pueblos Chiquián y Barranca.
La Pluma del Viento
Lima, 29 de diciembre de 2009
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