REABRIENDO EL ZAGUÁN DE OROPUQUIO

Allí estaba la inmensa puerta de la casa de don Isidro Espejo, o de don Rubén Barrenechea, y en la plaza de armas la de don Teobaldo Núñez, todas en el jirón Comercio, la calle principal de Chiquián, no eran puertas comunes como las que solemos tener dentro de las casas: en la sala o dormitorios, dentro de las casas no hay zaguanes, el zaguán es la gran puerta principal. Siempre me impresionaron esos inmensos zaguanes, tenía curiosidad por saber qué había en el interior de esas imponentes casas, seguramente un gran patio, rodeado de columnas, adornado de flores, con un árbol en el centro, y al costado una sala hermosa con ventanales colosales.

Hasta hoy cuando vuelvo a Chiquián me deleito tomando fotos a estos zaguanes históricos. Porque en ellos se refleja de un lado la grandeza, e importancia de dicha familia, y de otro el paso del tiempo. Hoy, la tendencia es a no tener zaguanes, aun cuando la casa sea tremenda, hoy lo grande es remplazado por un edificio.

Por eso evocar a los zaguanes es volver nuestra mirada a nuestro querido Chiquián, a recordar su pasado y a las personas que hicieron historia, tanto a aquellos que ostentaban impresionantes haciendas, cuanto a los añorados maestros que moldearon con su paciencia y sabiduría, las mentes y corazones de los chiquianos, también es rememorar a los callejeros personajes que no teniendo ni haciendas ni educación escolarizada derramaron anécdotas convirtiéndose en héroes de leyenda como Shapra.

Así como las grandes construcciones simbolizan la prestancia del pueblo, también nos recuerdan que los hombres y mujeres que la construyeron dispusieron de fuentes de vida, de alimentos, de tierra fértil, y de agua, de agua limpia. Antes que existieran los servicios de agua potable, esa agua dadora de vida provenía de las entrañas de la mamapacha, mediante los sagrados puquiales.

Siempre había alguno, allá lejos en las chacras, o aquel que estaba cerca al pueblo, prácticamente dentro de él, como es el que estaba en el barrio de Oropuquio, nuestros ancestros fueron los suficientemente sabios para darle ese nombre. Señalaron su valía, uniendo dos palabras que reflejan lo más codiciado, el oro, símbolo de riqueza, y el agua el mayor ingrediente de vida saludable.

Hoy cuando pasamos frente a este puquial que todavía existe, vemos que cae el agua permanentemente, poco pero lo suficiente para decirnos, que nuestra madre tierra, nunca nos abandona, que nuestro querido pueblo, tampoco, y que está permanentemente presto a alimentar al que lo visita, al que vive en sus faldas.

El Zaguán de Oropuquio, representa volver por las huellas del pasado para admirar y querer a nuestra tierra, y desde esa evocación, tomar autoestima, orgullo, y respeto por nuestra cultura, pero también, nos advierte que la vida, continuará si respetamos el medio ambiente, si sabemos cuidar el agua, si reconocemos que más importante que el oro es el agua.

Agustin Zúñiga Gamarra

Lima, 29 de abril de 2012

NOTA: Este texto fue expuesto en el Programa de Radio Por las Rutas de Chiquián. Los domingos desde las 9:00 a 10:00 , nuestro espacio se titula EL ZAGUAN DE OROPUQUIO, y sale a las 9:30. Por internet se puede oir, buscando RADIO INDEPENDICIA.



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