Desde los bailes, las comidas, las fiestas, las anecdotas, hasta los telares, las queserias, las cocechas, ... toda obra hecha por el hombre y la mujer de ayer y hoy constituyen nuesta cultura, nuestra esencia
En su casa, en ese mismo lugar donde antes habíamos celebrado su aniversario entre risas y brindis, ahora nos encontrábamos escuchando su voz serena mientras nos llevaba por los caminos de su vida: algunos trazados con rosas, otros con espinas. Eran los primeros años de los noventa. Por necesidades del trabajo y con la llegada de nuevos técnicos, me encontré (yo ingresé al IPEN unos seis años antes) con un grupo selecto de técnicos recién egresados en tecnología nuclear. Entre los diez o doce mejores estudiantes que se incorporaron al IPEN estaba Edgar, técnico electrónico egresado del prestigioso Cueto Fernandini. Él se unió al equipo de mantenimiento electrónico en la sede central de San Borja, donde compartía labores con otros especialistas del área. En aquella época dorada, entre los años ochenta e inicios de los noventa, el IPEN vibraba con intensa actividad deportiva. Fue en esas canchas donde vi por primera vez a Edgar defender con pasión los colores de su equipo: Mantenimient...
Lugar donde el núcleo atómico despierta, donde la ciencia el futuro proyecta, llegamos un día con ilusiones al viento, jóvenes corazones, habidos de conocimiento. Con mirada fija y mente inquieta, el IPEN nos abrió su puerta. Nos formamos con pasión y empeño, en aulas, reactores, sin desvelo ni sueño. Aquí en el suelo patrio con orgullo, o en tierras lejanas, sin regateos. Con disciplina, amor y dedicación, forjamos saber con convicción. Y en el trabajo, entre mediciones y cálculos, florecen bromas, deporte y colaboración. La amistad es más fuerte que el plomo, más estable que el núcleo en su trono. Con el guardapolvo o en un campo de juego, creamos equipo, afecto, y lealtad sincera. Años de entrega, de esfuerzo y de gloria, dejamos huellas en páginas de historia. Laboratorios que vibran con nuestro andar, publicaciones que el mundo ha de admirar. Docencia que inspira, saber que perdura, honor a la ciencia que el tiempo augura. Y cuando el tiempo nos m...
Hay amigos que no se van, solo vuelven al vacío cósmico y permanecen en el aire que respiramos. Así recuerdo hoy a Ricardo Espinosa García, mi colega y amigo. Pionero del primer grupo de Análisis por Activación Neutrónica en el Perú, cuando el pequeño reactor RP-0 apenas brillaba con su potencia de 1 watt en 1978. Luego consolidó esa técnica nuclear en el reactor RP-10 de Huarangal, de 10 megavatios, donde formó generaciones de científicos; algunos hoy trabajan en el extranjero, otros ya partieron, y también algunos siguen velando por el RP-10. Con Ricardo compartí fulbito en las losas de San Borja o del Centro Nuclear, charlas nocturnas en temporadas unas junto al mar, y otras viajes diversos como aquel a Chiquián, mi pueblo del Ande, al que llegó con su familia. Hace apenas medio año lo vi; parecía eterno. Pero la vida, con su misterio, lo llamó antes. Si no pude estar hoy en su despedida, estaré en su memoria. Este poema es mi abrazo a la distancia, mi gratitud y mi despedi...
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