EL ADN Y SHAPRITA




Chiquián, ese bello pueblo ancashino, adherido a las faldas de cerros difíciles, con vista impresionante, de la cordillera del Huayhuash, a la que la conocemos como Espejito de Cielo, tiene infinitas historias. Su belleza paisajística continúa también en su interior, en sus tiendas, mercados y su gente.

Así, uno de los personajes muy especiales, que superan la realidad,  y alcanzan ribetes de leyenda, es Shaprita,  de ratos parecía abandonado, hasta mendigo, en otras vestía ropa limpia y bien peinado, nadie sabía donde moraba, sin embargo las mejores casas le habrían sus puertas, pues era muy acomedido, ayudaba por la mañana cargando agua, o por la tarde haciendo mandados, en su trajinar por toda la ciudad, a toda hora, veía y sabía todos los secretos, por ello era muy temido, pero a la vez muy leal. 

La calle principal es el jirón Comercio, la más extensa, va de canto a canto, desde barrio arriba, Umpay, en la entrada cuando se viene desde Lima, hasta barrio abajo, Quiullán, a la salida hacia Huánuco. En este jirón, estaban todas las mejores tiendas y casas, la mayoría de dos pisos, con puertas, ventanas y balcones de acabado colonial.

Entre las cuadras, 5 a 6, estaban las más hermosas tiendas, una de ellas correspondía a una de las señoras más recordadas, doña Victoria Montoro, tenía como especialidad los biscochos, roscas, dulces, alfajores, y los productos relacionados con la gastronomía, en esa misma cuadra estaba, la botica más respetada, todos recurríamos ahí en los momentos de enfermedad, su dueño el serio y respetado don Ernesto Sornoza.

Luego entre las cuadras 8 y 9, estaban las oficinas del juez, y junto a ella estaba el estudio del tinterillo más famoso del pueblo, don Calixto Durand, él era muy temido en las contiendas judiciales, más valía tenerlo de nuestro lado que en contra.

Naturalmente en una ciudad plagada de maestros, también en este jirón, habían casas de maestros famosos, una de ellas era la de don Antonio Zúñiga, el popular Totó, un maestro de polendas que había iniciado su trabajo en Chiquián, pero por razones políticas sus enemigos lograron alejarlo de la capital y enviarlo a un distrito muy lejano, Llaclla, desde donde venía cada mes, a caballo, pero pasaba el mes entero en Agosto, el mes de la fiesta patronal.

Al inicio del extenso jirón, allá arriba en el auténtico Umpay, vivía también otro gran maestro, don Juan Bueno, más conocido como Quirpa, hermano del alma de Totó, trabajaba en el distrito de Roca, y como se veían muy de ves en cuando, ellos pasaban todos los días juntos en el mes de agosto. 


En una de esas noches, más bien por casualidad habían convergido al huarique más representativo de cuando se trataba de beber el chinquirito, el trago característico de Chiquián, especial para las noches frías, esta cantina estaba ubicada en una esquina cercana al mercado, se trataba de la cantina de Penco; todos los niños sabíamos que cuando papá no estaba en casa, este era uno de los lugares donde veníamos a buscarlos, para recibir una propinita y dejarlos cómodos. 

Penco tenía lo más avanzado de la tecnología, para cantar, ver, y oír música. Esa noche, estaban mirando gozosos, en un TV a los hermanos Reyes Cuentas, que al lado de sus padres, Romeo y Sully, derrochaban calidad entonando, huaynos típicos de Chiquián, cuyos sabores se exaltaban bajo el acompañamiento de aromáticos chinguiritos santarosinos.

En eso Totó, exclamó con emoción, buscando alguna explicación, a tan espléndido grupo:

- ¿En qué paccha, en qué puquial, bebieron la sabía de las entrañas de la cultura de nuestra tierra?. ¿O es la prueba contundente que nacieron con el ADN del papá y la mamá?.

Don Cali, lo miró, tratando de entender lo que dijo, notándose un gesto de completa duda. Entonces el el boticario Sornoza, intervino, para auxiliarlo, haciendo gala de sus conocimientos en biología,

- “eso es obvio, mi querido Cali”, y continúó, "el ADN es el sello del padre y madre en los hijos, y eso incluye las habilidades, es la esencia de la herencia".

Mientras digería con dudas la explicación don Cali, se escuchó una voz distinta al grupo, que venía desde la puerta:

- “Pero eso ya lo sabía, mi abuelito me enseñó, que, de tal palo tal astilla",

Era Shapra, metiendo su cabeza despeinada y polvorienta intervino entrometidamente en la conversación. Don Cali, sintiéndose medio aludido, y un tanto incomodo, orientó su mirada hacia la esquina de la mesa donde Shapra, luego de interrumpir se despedía con la cortesía de siempre,

- “Señores, con su permiso, buenas noches, y cuidado sería mejor que fueran directo a sus casas”.

- “Espera, espera Shaprita, no te vayas aún”,

don Cali, se levantó como un rayo, y casi parándose sobre el banco de madera, lo detuvo con su llamado, echándose con la diestra el poncho hacia un costado del hombro derecho. Shapra se detuvo, como sabiendo que alguien había cogido el anzuelo.

-  “Es que tú has entendido eso de AND, o DNA, o ADN?”, 


le volvió a preguntar;para él era algo imposible, que ese “pordiosero”, pudiera haber comprendido, de manera tan rápida la explicación biológica, considerando además que, don Cali se ufanaba, de ser uno de los integrantes del grupo selecto de ciudadanos chiquianos, que compraban todos los domingos La Prensa, y según él, era el mejor tinterillo de la provincia de Bolognesi, de los más leídos, aseguraba ser el único que se sabía de memoria todos los códigos, penal, civil, comunal, y en sus últimas versiones. Shapra se detuvo, y retrocedió el medio paso que había dado, y volteando hacia la mesa, respondió con su amabilidad natural,

- “por su puesto don Cali, pero le podría precisar con detalle, si su bonhomía, me compra un cuartito para combatir el frío que arrecia”;

"muy bien", respondió don Cali,

- "señora Juanita, un cuartito para Saprita”, pero antes que recibiera el saludable traguito, le advirtió,

- “si no me respondes con seriedad, no vuelves a entra aquí”;

con la seguridad propia de superman, Saprita, le contestó,

- “por su puesto don Cali”.

Los otros asistentes, también incrédulos, esperaban con inquietud la respuesta de Saprita, el silencio inundó la esquina de la cantina, la señora Juanita, le puso todo el cuidado para que las hierbitas de toronjil, escorzonera, cascarita de naranja y un buen pisco, llegaran a su punto.

- "Aquí tiene el cuartito don Cali", le dijo la señora, dejando la botellita en el mostrador, junto a su primus.

- "Gracias, Juanita", 


dijo don Cali y se aproximó al mostrador, cogió la botellita caliente con la ayuda del poncho y lo puso sobre la mesa, diciendo,

- “ahora, podrás tomar el cuartito y llevártelo, si es que respondes a lo que te pregunté”.

Shapra, muy compuesto, solicitó,

- “Considerando que necesito hablar, y la garganta se me seca, permítanme servirme solo una copita, previamente”, pidió Saprita,

- “me parece bien”, 


dijo Quirpa y le sirvió de la botella que ellos estaban tomando.

Mientras transcurrieron unos segundos, todos se sentaron alrededor de la mesa, y solo permanecía, parado Shapra, “se agradece”, balbuceó, no tan nítidamente, pero el ademán que hizo, bajando la cabeza, al estilo japonés, hizo entender su gesto, tomó la copita y de un sorbo rápido ingirió el “bendito”, chinguirito.

- “Ahh, que bueno, no hay duda que los mejores chinguiritos en Chiquián lo hace doña Juanita en Penco”,


exclamó, con semblante de importancia, y regocijo, había notado que, ese selecto grupo de personalidades de Chiquián, maestros, boticario y tinterillo, estaban bajo sus hombros, ellos, hoy, esperaban ansiosos su voz, su palabra, su pensamiento, su explicación. Saboreó esa escena, como tantas veces lo había deseado, pues él siempre era la última persona, en cualquier actuación, hasta incluso no lo dejaban pasar, cuando ocurría alguna sesión solmene, o cabildo abierto, o clausura de las escuelas, colegios o de la Normal, sabía, que siempre el que estaba parado era la persona más importante. Y, eso hoy, él, Shapra, era esa persona, era el amo, el alcalde, el diputado, el director, la autoridad. Momentáneamente pasaron por su mente las imágenes, de todas las actuaciones a la que él asistió a escondidas, por ello ahora el saboreaba la escena en contrario, con beneplácito, casi sonriendo, como si fuera un desquite, un desaire, unas disculpas, que el destino le proporcionaba.


Así, recordando las poses de esas autoridades, y asumiendo la mayor solemnidad, respondió:

- “El asunto es sencillo, yo siempre visito diversas casas, como la de algunos de ustedes, allí siempre leo los periódicos que compran, y aquellos que los van a botar me los llevo, en mi casa los reviso siempre. 

Pero sobre el ADN, lo leí en la casa de don Antuco, estaba en el mes de mayo de 1953, el cumpleaños de don Antuco es el 10 de mayo, esa fecha cayó sábado. Entonces cuando fui por la mañana, para ayudar a la Sra. Luchi, a cargar agua, y mientras ella volvía de sacar leche, revisé la mesa de su comedor el diario La Prensa del pasado 2 de mayo, allí en la sección de ciencias, había una noticia, que me gustó, hablaba de LA HERENCIA, y yo quería saber qué me dejaron mis padres, y porqué era yo como soy. 

Siempre pasó por mi mente entender, el mensaje de mi abuelito, “de tal palo tal astilla”, era la herencia, así que tomé ese página, lo leí, no la entendí bien, pero como ya estaba pasado me lo llevé, a casa. Allí lo releí, y decían que el 25 de abril de 1953, sabios americanos habían descubierto el ADN, que era el portador de la herencia, entonces dije ajá es cierto lo que mi abuelo me decía, la herencia viene en una sustancia que está en nuestros padres y va a los hijos. Por eso es que mi abuelito decía, de tal palo tal astilla. 

En homenaje a mi abuelito hasta hoy tengo pegado esa esa página en mi casa, y lo puse junto a la foto de mi abuelito. Y, como yo seguía este tema, paso mucho tiempo, hasta que en la casa de don Juan, encontré en el periódico que el 10 de diciembre de 1962, le otorgaron el premio nobel de fisiología y medicina a las mismas personas que el año de 1953, habían descubierto el ADN, me reí solo, y salí a la plaza de armas, como un loco, para decirles a todos, que mi abuelito también merecía el nobel, nadie me comprendió, me rechazaban cuando me aproximaba a contarles esta noticia, así caminé hasta el cementerio para felicitarlo a mi abuelito, por eso cuando hoy ustedes vuelven al tema, cómo no voy a estar alegre, ¡¡ viva mi abuelito !!!, ¡¡  viva mi abuelito !!, ¡¡ viva mi abuelito !!.”.

Salió de la cantina, y mientras su voz aún se oía, y disminuía en intensidad, los amigos, en silencio, comprendieron, la valía y grandeza de Shaprita, concentrados observando en el cuartito de chinguirito que había dejado sobre la mesa.


La Pluma del Viento
Lima, 10 de mayo de 2014

Esta notita la he hecho en recuerdo a mi querido padre don Antonio Zúñiga Alva, que nació un 10 de mayo de 1910, y falleció el 29 de julio del 2000.



El audio que lo grabé el 29 de julio de 2015

http://www.4shared.com/mp3/MNRb8JwPce/El_ADN_y_Shaprita.html

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