LA VIDA: ¿DESPUÉS QUÉ?
El 21 de junio día del padre les había expresado
mis saludos a los padres de una manera particular: "Feliz
día: sé fuerte". Y esto porque tenían que ser fuertes para soportar las ausencias
(de hijos, padres o abuelos), la recuperación (de su salud si se encontraba con
el covid-19) o la resignación (de la partida de algún amigo al que no pudo acompañarlo, o el fallecimiento de una ser querido). Me dirigía a alguna
persona en esa situación, sin embargo en solo cuatro días después estaba enfrentando
la partida de mi madre que a los 93 años aún compartía nuestra morada.
Qué cosas tan cambiantes, inesperadas e
inciertas ocurren. Esa es la característica del momento que vivimos son tiempos de
pandemia: les sucede a ellos, a mí y a todos. Eso te desnuda y cuestiona la
existencia: ¿qué es la vida?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?. Para
responderlas no requerimos necesariamente un diploma en filosofía, o
tener o no un credo religioso. La persona puede enfrentarla con su visión cotidiana
que le da la vida, los hechos observados y sus sentimientos.
Así, frente a estos acontecimientos lo primero
es reconocer que la muerte es un hecho natural: todo ser vivo nace y muere. En
el caso humano lo trascendente son las obras o huellas que dejó: a su familia, amigos
y al pueblo que lo conoció. Entonces
tras la desaparición física quedarán de manera permanente el intangible más valioso
sus valores que practicó y que a juicio de los que lo conocieron lo caracterizó:
amor, humildad, respeto y perseverancia. Si estos son difíciles de alcanzar entonces se
convierte en aspiración, en motivación, en alcanzarlo así su imagen permanecerá viva. Atrás quedó la tristeza, ahora vienen tiempos de compromiso en ser mejor
como: individuo, familia y pueblo. Con seguridad será la mejor demostración de
cariño y recuerdo a tu ser querido.
Por eso mirando la vida a futuro como sociedad
tenemos que aspirar a ser mejores. Y, eso debe consolidarse ahora en estos
tiempos de pandemia. Porque si no aprendemos en estas circunstancias, ¿qué más
esperamos que nos ocurra?. Nuestra mente
ha aprendido por la evolución a olvidar el dolor –nadie recuerda cómo es el
dolor de diente- Entonces nos quedan dos caminos para el futuro próximo, o
dejamos que venga el olvido instintivo y continuemos con ser un país pobre y
vulnerable para una crisis como esta. O por el contrario decidimos no olvidar para
prepararnos mejor a futuros eventos similares o peores.
Evidentemente la opción es no olvidar, para
ello tenemos que dejar registro de lo que hicimos mal como individuos, familia
y sociedad. Tenemos que saber qué no hicimos bien en salud (no hay hospitales,
infraestructura, medicamentos, y personal suficiente), en empleo (la
informalidad), en educación (orientados mas al saber y poco al hacer). Y qué
valores no supimos construir (como ciudadano: tolerancia y empatía; como sociedad: honradez y solidaridad).
Entonces para futuro en el corto plazo
(seis meses) necesitamos convertir en riqueza nuestras capacidades actuales
(qué es lo que tenemos hoy –en cuarentena-) el reto está convertir el presente
en riqueza (por ejemplo pasar tu actividad a la plataforma digital) para ello
se requerirán dos capitales: organización y transformación. Ambos lo tenemos que
aplicar a nuestra persona, a nuestra familia y a nuestro pueblo. Con lo primero para pasar de
lo individual a lo colectivo (del egoísmo al altruismo), y con lo segundo para construir riqueza (del saber al hacer) consecuentemente generar empleo.
Si con esta pandemia no aprendemos eso el
olvido cubrirá nuevamente nuestra mente y corazón y repetiremos el fracaso.
Nunca es tarde para comenzar por el contrario cuanto más oscuro parece estar la noche es cuando el amanecer está más próximo.
La Pluma del Viento
Lima, 28 de junio de 2020
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