LA COCINITA DE ACUCHO

 

La blancura destacaba sobre la tierra.
    Surcaban incesantes dardos de truenos y gamas.
        Oculto a través del diminuto agujero observaba.
            La noche inmensa e interminable seguía alucinante.
                ¿Por qué naturaleza me muestras tu cobijo?.
                    Jamás quietud, siempre efervescencia de fuegos y explosiones
                        Ahí será tu morada me repetía.

Mi niñez visitó ese agujero repetidas veces.
    Comprendí que el alfa y omega emergían de esa minúscula cocinita.
        Agobiado subí al altar de los dioses por auxilio.
            Prados, ríos, y abejas me compartieron su paz y alegría.

Empero gusanos grises me invadieron por saber de la cocinita.
    Dejé atrás inquietudes humanas desde el dolor a la alegría.
        Subí al alado apolo buscando el origen del fuego y la nieve.
            Galileo con su lenguaje claro me recibió en el umbral.
                Las habitaciones peta métricas tenían huéspedes huraños.

Con saltos doble ritmo y goles me hice sus amigos.
    Bohr, Einstein, Rutherford, Curie, Fermi en las tribunas aplaudían.
        Me alimenté en esa cocinita acompañado de shulacos.

¿Humanos, qué, quienes, qué dices?, no los recuerdo.
    Habían pasado miles de millones de años
        Agotado volví por caranca. 
            Era mi tierra
                Huayhuash, Mishay, Aynín. 
                     Humanos.
¡Quiero ser humano!


 La Pluma del Viento
Ingeniería, 2 de febrero de 2015
Ingeniería, 7 de octubre de 2020

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