EL FÍN ES INCIERTO
El ambiente festivo, la camaradería y alegría desbordaban, el sol brillante empujó a uno para ingresar al mar de bandera roja, lo rescataron casi de milagro; otro, con el cansancio del día y sin almuerzo, y algunos brindis, dio una pestañada y chocó. La vida es incierta, pero se puede prolongar.
Inicio y fin
La vida, con su innegable ciclo de nacimiento y muerte, nos recuerda constantemente que el fin es una constante, aunque incierta. A lo largo de nuestra existencia, el fin puede llegar por muchas razones: por la inevitable marcha del cuerpo a medida que envejece, por las decisiones que tomamos, sean estas voluntarias o por obligación, por las enfermedades que, sin previo aviso, irrumpen en nuestra vida, y, quizás lo más trágico, por las consecuencias de la imprudencia, la indisciplina o la inmadurez. La historia de dos incidentes ocurridos durante un festivo encuentro de una organización donde trabajaban dos personas ilustra cómo las decisiones tomadas en momentos de descuido pueden acercarnos al fin de manera abrupta.
Sucesos
Uno de los participantes, con la energía del festejo y el deseo de disfrutar del mar, se adentró en las aguas pese a la advertencia de la bandera roja. En ese momento, el mar no era una invitación, sino una amenaza. Pero el impulso, la imprudencia, lo llevaron a desafiar la advertencia. El resultado fue casi fatal, una situación que pudo haberse evitado con tan solo escuchar la señal de precaución.
El segundo incidente no fue menos trágico, aunque en su manifestación fue distinta. Otro actor, víctima de la euforia de la fiesta y los efectos de los brindis, cedió ante el cansancio. Subió a su auto y se enrumbó a casa, parecía todo bajo control, pero cuando llegó a una fila de vehículos, la contaminación y el recorrido de casi 1.5 horas, le produjo somnolencia y chocó. Un accidente aparentemente banal, pero que deja una enseñanza dolorosa sobre cómo la falta de responsabilidad puede transformarse en una tragedia.
Estos dos hechos no son más que ejemplos de la importancia de tomar decisiones conscientes, especialmente cuando enfrentamos situaciones que involucran riesgos. La falta de responsabilidad y la tendencia a ignorar las señales de advertencia pueden tener consecuencias graves. Es esencial, entonces, reflexionar sobre la importancia de la prevención, no solo como una estrategia personal, sino como una cultura colectiva. Prevenir es vivir, y eso comienza con hábitos que promuevan una vida saludable, un respeto hacia uno mismo y hacia los demás, y una actitud responsable frente a los riesgos.
Enseñanzas
De estos incidentes, las lecciones son claras. Primero, la vida tiene un fin incierto. No sabemos cuándo o cómo, pero está presente en cada momento. Reconocer esta incertidumbre debe impulsarnos a vivir con más conciencia. Segundo, las decisiones irresponsables aceleran el fin. La imprudencia no solo pone en riesgo nuestra vida, sino también la de aquellos que nos rodean. Finalmente, la responsabilidad y la prudencia son nuestras mejores aliadas para postergar ese fin lo más posible. La prevención no es solo un acto individual, es un acto colectivo, un cambio cultural que se refleja en nuestros hábitos diarios, en la forma en que vivimos y en cómo cuidamos nuestra propia vida y la de los demás.
Reflexionemos sobre lo que nos enseñan estos incidentes. Si aprendemos a tomar decisiones con responsabilidad, a prevenir en lugar de lamentar, podremos evitar tragedias innecesarias. La prevención, la prudencia y la conciencia colectiva son las claves para reducir los riesgos y garantizar que vivamos con mayor seguridad, más allá de lo incierto de la vida. Hagamos de la responsabilidad una cultura, no solo una obligación, para que el fin, cuando llegue, sea tan incierto como debe ser, pero no por nuestra imprudencia.
Viva la vida
De pronto nubes negras
cuando el sol prodigaba, porqué
no importa, pero ocurrió
¡Salvémoslo!, importa la vida
lucharon, todos, mentes y corazones
se logró, ¡Unidos se puede! ¡Vive,
vive!
Nadie sabe por qué ocurren
sucede porque somos humanos
porque hay hábitos, porque hay
creencias
la alegría inesperada, nubló
nuestra razón
la efervescencia desacostumbrada
evaporó la previsión
no hay explicación, finalmente
lo incierto ocurrió.
En todo se aprende el sabio clamó
busquemos seguridad frente a
todo
si la emoción inunda la
incoherencia prevalece
si el cansancio desborda el
control se desvanece
la imprudencia se impone y
llegan las desgracias
entonces, cuida tus actos, tus
hábitos y tus creencias
¡Viva la prevención! ¡Viva la prudencia! ¡Viva la vida!
La Pluma del Viento
Lima, 5 de febrero de 2025
NOTA:
Comentarios