LAS ELECCIONES: DE LA MESA A LA CLÍNICA




PARTE 1:



AL FRENTE DEL LOCAL

Estoy haciendo cola en los exteriores del CE José Granda (SMP), llegué a las 6:47 horas. Me ubiqué en el lugar 38 (siempre cuento cuantos hay delante mío). Salí de casa luego de tomar una taza de anís caliente. Aun el estómago lo sentía pesado, la noche de la madrugada me fue muy difícil. Me desvelé reponiéndome de la inadecuada ingestión del “seco” que me llevó a emergencia de la clínica Cayetano Heredia.

Todo comenzó en la noche del ayer (sábado). Nos habían citado a las 19 horas, en la sede del local de Fuerza Social (FS) en Habich al 636, para recoger las credenciales de Personeros y además recibir la capacitación correspondiente. Éramos como unas 50 personas entre bromas y preguntas serias, el expositor aclaró todas las dudas.

Terminado estaa reunión llegué a casa a las 21:15 horas, y a pesar de no tener mucha hambre, hice la pregunta de rutina, “que hay para cenar?”. “Ah, un rico seco”, fue la respuesta. Así que le di trámite de inmediato a este plato delicioso, acompañado de cancha y queso chiquiano. Para ser exacto, en la tarde como a las 17:45 horas, mi lonche consistió de té y un pastel de mil hojas, adornado de chantillí y durazno, no es mi costumbre pero así ocurrió, digamos un lonche preelectoral.

Todo iba bien, tanto, que tan pronto acabé la cena, me fui al computador a ver internet, teniendo al fondo de la habitación la TV encendida sintonizaba los programas de Risas y Salsas y Recargados de Risa. Mientras abría las páginas electrónicas, acepté otro vaso de refresco del rico fruto selvático congona.

A pocos minutos casi sin darme cuenta, comenzó a surgir un dolor, que fue creciendo, a la altura de la boca del estómago, me incomodaba crecientemente, solicité te caliente pero el cuerpo que ya se iba descomponiendo, no me atrajo más de dos sobros. Dejé la tasa, me dirigí a dormir, entonces el dolor aumentó.

Me incomodaba permanecer echado, el dolor se concentró en la boca del estómago, entre quemando y apretujando. Transcurrió una hora y el dolor era cada vez mayor, pero permitía comunicarme. Solicité a mi hermana me acompañara a la clínica mas cercana, Cayetano Heredia. Ingresé por emergencia, casi a las 0.40 horas. Me atendió amablemente un médico y dos enfermeras. Me pusieron algunos medicamentos, directo a la vena. Permanecí recostado casi 45 minutos, y me retiré más repuesto pero con una incomodidad ligera de un dolor pequeño, situada en la boca del estómago.

Hoy, amanecí con sueño, pero aliviado, aun persistía una incomodidad en la boca del estómago, no me llamaba al baño. Ingiriendo una media taza de agua caliente con anís, salí hacia Habich a tomar el vehículo camino al Granda. Ahora son casi las 7:35 horas y seguimos haciendo dos colas de un lado los miembros de mesa, y de otras los ciudadanos, votantes y personeros. De partida nos pareció que había cierto retardo, nuestra programación como personeros debería iniciarse a las 7:15 horas, dentro del colegio con la reunión con los coordinadores del colegio. Cierro este reporte expresando que este retardo nos llevará a acelerar el inicio y consecuentemente iniciaremos muy tarde.


PARTE 2



EL ACTA DE INSTALACION Y LA FUGA

A las 8:15 horas ingresamos al colegio (José Granda) los personeros mostrando las credenciales. Luego dentro, los anuncios te mostraban donde hallar el aula y luego el número de la mesa. Las coordinaciones con los personeros de cada partido se hicieron en la calle pues ingresamos tarde.
Llegué al Aula 28, mi mesa era la 3225, allí también votaría. Los miembros de mesa aun pugnaban por armarla, pegar los afiches, afuera, contar las cedulas, armar las ánforas y la cámara secreta. Los ciudadanos que ya habían ingresado al colegio, reclamaban el atraso: "ya pues comiencen demorones". En realidad no era el problema de ellos sino que la ONPE algo había demorado.
En el aula 28 habían 3 mesas la 3223, 3224 y el 3225. En la 3224, un ciudadano, que había llegado temprano, ingresó a pura fuerza al aula y se sentó en una silla cerca de la mesa. A la advertencia del presidente de mesa, que “señor usted no puede permanecer aquí por favor salga”. El la rechazó, "mira yo permanezco aquí y tú no tienes nada que decirme, tú no puedes obligarme a salir". Esta actitud era repugnante, lo que provocó que el presidente saliera a buscar el apoyo de las fuerzas del orden, con la que finalmente salió, vociferando amenazas. Este airado y desatinado ciudadano, refleja las personas con poco espíritu cívico, proclives a la fuerza.Su lógica es que todo se arregla con la fuerza.
Mientras veo esta escena comento para mis adentros, "esta la típica forma del intolerante nato, carente de educación, pero también similar en el fondo cuando alguien asume que sus ideas son las únicas posibles no aceptan otras alternativas, el primero lo hace en una barrio popular, de manera grotesca, los otros lo hacen con arte y mejores palabras, con corbata o buenos vestidos” .
Todo lo contrario en las otras mesas, en la mía nos permitió hacer el acta de instalación oportunamente sin ningún contratiempo. A las 9:05 horas, se inició la votación en la mesa 3225, con sus miembros, titulares y suplentes.
La escena del iracundo y malcriado ciudadano, quedó olvidada con la que se vió en la mesa 3223, cuando una votante, ingresó con su bebé de unos pocos meses de nacido. Para ir a la cámara secreta, una miembro de mesa la retuvo en sus brazos el tiempo necesario. Una vida naciente, cuya madre muy joven no tenía con quien dejarla, y menos dejarla con alguien desconocido. “Ojalá la educación del Perú haga de ella un ciudadano tolerante y que recuerde las palabras de Voltaire: prefiero poner mi cabeza a la guillotina a que tu opinión sea escuchada aún cuando yo no la comparta”.

Compartimos las primeras dos horas con otros personeros, del PPC y de CAMBIO RADICAL, nos entretuvimos comentado algo sobre la vida, ellos eran mucho más jóvenes: utilizaban jergas nuevas, por ejemplo, "estaba barrabás", significa que "tenía mucha barba", a su vez "barba es plata". Nuestra participación en calidad de personeros estaba entretenida, de rato en rato ingresaban los miembros del Jurado Nacional e Elecciones (chaleco rojo) y también los de la ONPE (chaleco azul).

En mi mesa me dieron la oportunidad, de votar, casi a las 11 de la mañana cuando ya no había, momentáneamente, más ciudadanos. Luego de votar, y sintiendo alguna molestia en la boca del estómago, decidí comprar un poco de agua, salí a la calle, no sin antes charlar con algunos conocidos en el camino, con aquellos del barrio que siempre hemos votado en este colegio. Afuera todo era carretillas vendiendo, sándwiches, gaseosas, chupetes, marcianos etc... “No me arriesgo a comprar aquí, puede ser terrible para el estomago malito que tengo”. Así que decidí ir a casa y beber algo caliente y volver en seguida.

Estando en casa tomé un taza de anís caliente, no me apetecía mas nada. Sin embargo mi sobrino, que aún no había ido a votar, me insta a beber un Sal de Andrews, y "veras como se te limpia el estomago". Le hice caso, y apenas terminé de beber ese apetecible vaso efervescente, comenzó el dolor, como que si hubiera encendido un trapo de gasolina en la boca del estómago. Me recosté para ver si pasaba y si podría reponerme para volver al Granda. Esto no ocurrió, el dolor subió a los límites del día de ayer, por la noche, así que decidí volver a Emergencia, de la Cayetano. Igual que el amanecer, el trato fue bueno, el médico me dijo luego de escuchar toda la historia, que me pondría el analgésico para calmar el dolor pero, para certificar de qué se trata, “tienes que ir a otra clínica donde te hagan una ecografía, aquí no tenemos al especialista hasta el lunes”. Y que él estaría atendiendo solo hasta las 8 de la noche.



PARTE 3




EN EL QUIRÓFANO

Con el dolor reducido pero con el foco aún encendido en la boca del estómago regresé a casa, luego de ir a la clínica de la Cayetano Heredia. Tenía que ir a una clínica que tuviera ecógrafo. “Cómo es posible que esta clínica tan reluciente y perteneciente a la prestigiosa universidad Cayetano Heredia no tenga ese servicio”, balbuceé mientras dejaba la puerta de entrada. 

Desde la casa averigüe cuáles clínicas estaban asociadas a mi seguro (El Pacífico) y a su vez tuviera el servicio requerido. Me propusieron la del cono norte, la Clínica San Pablo; la Av. Perú, Clínica San Vicente y la Av. Wilson, Clínica Internacional (CI). Mi hermana que había ido a votar a Jesús María con mi sobrino, aún no regresaba. Mi madre adolorida de la pierna, y las várices, solo podía estar recostada, me preguntaba “qué vas a hacer”, su preocupación era notoria. La tranquilicé diciéndole que esperemos a mi hermana.

Intentando rehuir el recuerdo del dolor, controlado pero latente, me recosté. No habrían transcurrido ni una hora, como a las 15 horas, llegó mi hermana. Ella venía seguramente pensando en los sucesos. Y casi como planeado, decidimos ir al lugar más cercano, a San Pablo (situado en Fiori), y de inmediato.

Tomamos un taxi y en cosa de 5 minutos estábamos en emergencia de la clínica, el ambiente era bullicioso y polvoriento, las construcciones de las vías de acceso llegaban hasta la puerta de ingreso. En seguida nos atendieron con amabilidad, y nos aseguraron que sí tenían el servicio y mientras tanto debería esperar en una de las cabinas de emergencia.

Ingresé con un guía, quién me dijo, “siéntese sobre la cama que ya le llamamos”. A mi alrededor habían varias cabinas similares, eran “cuartos” separados por cortinas, se podía oír lo que ocurría a los costados, subí a la cama y mientras esperaba divisé a todos lados, las paredes, lo utensilios, el piso, el trajín, daban la imagen de un lugar, diferente al que había ido meses antes, a la Clínica de San Pablo de Monterrico. “Tantos meses pagando al seguro y ahora que voy a usarlo por primera vez no me voy a quedar aquí”, pensé.

Mi hermana, que había ido a hacer las gestiones con mis documentos, entró a la cabina, y también mirando el ambiente, y descubriendo mi incomodidad o duda, me dijo, “los exámenes que te hagan aquí no va a valer en la otra clínica, igual te van a volver a hacer. De modo que si no te gusta que aquí te operen, mejor vamos a otra”.

No sabía en qué condiciones estarían las otras, pero siendo domingo y día de votación, no había mucho que escoger, el dolor comenzaría nuevamente y eso me aterraba. De pronto, ella recordó que mi hermano, se había hecho la operación de la vesícula en la Internacional, de modo que decidimos ir para allá.

Primero, volvimos a casa, en un taxi que para cogerlo nos demoramos bastante, porque ellos estaban ocupados con las elecciones. Al regreso en el taxi nos dio las 16 horas, el ansiado FLASH de Boca de Urna lo escuché por radio RPP, ganaba FS, me alegró, por el esfuerzo que ella (Susana Villarán) había hecho, y en parte mi trajín del día, merecía alguna recompensa, pensé. Esta noticia que podría haberme alegrado mucho mas, pasó a segundo plano, por el dolor y la urgencia que me acaecía.

Llegamos a casa, a pocos minutos de pasada las 16 horas, la decisión estaba tomada, iríamos a la Clínica Internacional, pero no solo a que me tomen la ecografía, sino a la posible operación, pues a la luz de los resultados todo indicaba que sería la vesícula y por el dolor debería estar destruido y debía ser extraído.

Mi hermano, que había sido operado allí, nos comunicó su aprobación y además nos dijo que se adelantaría hacia allá para hacer algunas gestiones. Así que, preparamos todo lo necesario, la ropa, sandalia, radio, teléfono, tarjeta, dentífrico, cepillos, jabón, etc. A las 5 de la tarde dejamos la casa con la bendición de mi madre que haciendo todo el esfuerzo, se paró y nos acompañó hasta la puerta.

Mi hermana con mi sobrino y yo, llegamos a la clínica, ingresamos por el jirón Washington, mi hermano nos esperaba, él ya había hecho las consultas de modo que solo le entregué mi carnet de seguro y me senté a esperar.

A las 18 horas una señorita me acompañó hasta un cuarto de emergencia, donde me hicieron las primeras pruebas. Luego, en el sótano me pasaron la ecografía, mientras lo hacía, el especialista iba describiendo lo que veía, “realmente la vesícula está muy inflamada”. Eso que oí, fue suficiente para presentir que la operación sería ese día, cosa que fue confirmada luego de una hora por la doctora cuando me dijo, “visto los resultados usted debe ser operado hoy día a las 9 de la noche, por el Dr. Alarcón, ya le harán las pruebas preoperatorias”.

En ese momento, el temor me invadió, asumía que la cosa sería realmente seria, sin embargo, guardaba, de manera escondida, una ligera esperanza de volver a casa, y postergarlo todo hasta otro día. “Cómo es eso que de un solo ataque de cólico resulta que me voy directo a la operación”, corroía mi mente.

Empero con el recuerdo fresco del dolor percibido en los cólicos, la razón me decía que eso era lo correcto, y no quedaba otra. Así que a mi hermano que me acompañaba pacientemente en todo momento, le dije que bueno, allá vamos.

Luego de dejar una muestra de sangre y de orina, una enfermera se acercó con su silla de ruedas para decirme que subamos al piso 406, donde me prepararían para la operación. Allí nos encontramos con mis hermanos y mi sobrino, que me esperaban para darme fuerzas.

Me vestí la bata de operación, luego vinieron especialistas de anestesia y de evaluación cardíaca, una vez que se retiraron, llegaron las enfermeras que me pidieron subiera a la camilla, para ir por el ascensor a la sala de operación. Me cubrieron con una sabana blanquecina, me despedí de mis hermanos. Miraba solo el techo de la clínica y las luces, mientras me transportaban, pasaba por mi mente, las miles de películas que había visto en las salas de los hospitales.

Esta vez era el protagonista de mi propia película, nunca antes había estado en estas circunstancias, quise recordar todo, no me preocupaba si saldría mal la operación, más bien me interesaba recordarlo todo, así tendría algo que contar.

En la sala de operación, veía tubos acerados y ganchos, a los costados se oían conversaciones entre hombres y mujeres, jóvenes, que reían, parecía que discutían por pedir algo para cenar, unos pedían pollito a la brasa otros pizza. Estos platos con tanta grasa, habían sido parte de los causantes de mis males. Sabía que en adelante, mucho tiempo pasaría para reír igual que ellos y pedir los mismos exquisitos platos.

De pronto un médico se me aproximó y dijo, “ahora le voy a poner la anestesia de cuerpo entero, usted va a sentir unos iniciales adormecimientos, y luego un mareo suave, ¿cierto?”. Si es así, le respondí, y ahí se detuvo mis recuerdos.

Hasta, que luego alguien con voz gruesa, me llamó, “Sr. Agustin”, no sé si fue la primera o la segunda llamada, “si” le respondí. “Hemos acabado, ahora usted bajará a su habitación a recuperarse”.

La operación había concluido, no sentía dolor alguno, traté de recordar el dolor de los cólicos, y parecía que seguía, por lo que me vino a la mente “que tal que el dolor provenía de otro órgano y no de la vesícula”. Qué tontería, ellos saben lo que hacen, son profesionales, retruqué rápidamente.

Me pareció espléndido que la operación fuese así, uno no se da cuenta de nada, y casi como un cerrar de ojos, despiertas ya operado. Sabía que luego vendrían los dolores de recuperación. Pero nunca serían lo difícil que habría sido la operación de mi hermana, corte, infección, treinta días postrada. Lo mío sería más corto, casi un juego en comparación.


Así que, salí repuesto, bastante tranquilo, había superado el dolor, ahora solo tendría que seguir las recomendaciones de los médicos y me recuperaría, aunque tendrá que pasar mucho tiempo, hasta que vuelva a comer los ricos platos que tiene la comida peruana. Esta vez seré mucho más cuidadoso, tal vez evitaré por completo las grasas. Adiós chicharrones, parrilladas, chorizos, rellenos. Hasta la vista, Cuarto Mitad, Las Canastas, Kentucky, La Romana, Hut, etc.

Bienvenida la dieta !!!.


La Pluma del Viento
Lima, 03 de octubre de 1010

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