NÚMEROS Y HUMANIDAD

«Allí, desarraigados o abandonados,
ancianos vendiendo para sobrevivir.
Cuerpos curvados, rostros gastados,
enfrentan el destino cruel del olvido,
sin importar el clima ni la oscuridad.»

Esta semana, mientras caminaba por las calles de Lima —entre el eco colonial de sus balcones y el bullicio indiferente de la modernidad—, un anciano vendiendo dulces bajo la lluvia me detuvo en seco. Su mirada, cargada de historias calladas, me persiguió hasta la ceremonia donde recibí mi diploma, rodeado de jóvenes que brillaban como pantallas nuevas. 

Al día siguiente, en la llegada del día, desde mi punto de apoyo, escribí «Números y Humanidad»: un poema que nace del conflicto entre mi pasado de científico (criado entre ecuaciones y silencios: mi ser tecnológico) y este presente donde la vejez, la soledad y el abandono se alzan como cifras que nadie quiere sumar (mi ser humano). 

¿Por qué compartirlo hoy? 

Porque este poema no es solo mío. Es de los abuelos olvidados en las aceras, de los hijos que no tienen tiempo, de una sociedad que avanza hacia el futuro pisando sus propias raíces. Es, también, un espejo incómodo: ¿qué haremos cuando nos toque ser uno los olvidados?

Te invito a leerlo lentamente. A subrayar los versos que te quemen. Y, si te atreves, a salir mañana a mirar a los ancianos de tu ciudad con otros ojos.


NÚMEROS Y HUMANIDAD

Las calles coloniales, arregladas,
casas de personajes históricos,
impecables edificios de ministerios,
aquí, el pasaje añejo de José Olaya.
El damero de Lima resplandece.

Allí, desarraigados o abandonados,
ancianos vendiendo para sobrevivir.
Cuerpos curvados, rostros gastados,
enfrentan el destino cruel del olvido,
sin importar el clima ni la oscuridad.

En contraste con la realidad:
años rodeado de equipos inertes,
su vida en laboratorios de silencio.
Su ser tecnológico de 45 años
ahora enfrentaba a su ser humano emergente.

Dolor, impotencia y desesperación
inundaron su mente y corazón.
¿A dónde está el crecimiento económico?
¿A dónde las políticas públicas de viejos partidos?
Caminaba atónito, mirando el infierno.

"Qué semana tan compleja pasé", se dijo.
Desde el balcón de su punto de apoyo matinal,
ayer, ese viejo setentón asistió a la universidad.
Recibió su diploma en medio de decenas de jóvenes.
"A esa edad todavía estudia", dijeron, ruborizados.

¡Qué conflicto interno! ¡Qué dudas desconcertantes!
Le sacudió su ser tecnológico aún vivo en él,
pero sentía que su ser humano crecía, aún con dolor.
Ayer supo de las casas de reposo:
padres ancianos entregados a su morada final.

"¿Ha cambiado tanto el mundo?", se preguntó.
"Mi ayer de números, ahora es de emociones y quebrantos."
No queda más que vivirlo con alma, corazón y vida,
sin temor, pero comprendiendo lo que le aguardaba.
Este es el balance que su silencio le auguró.

La Pluma del Viento

Lima, 29 de junio de 2025


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