LA NAVIDAD ES ALEGRÍA SIEMPRE AÚN EL 2020
Las colinas colosales
abrían las mañanas con cánticos y colores deslumbrantes. Los empedrados despertaban bajo las
caricias de las madres que las relucían. Las tiendas adornadas con delicados
juguetes dorados atraían a los niños y padres, les sonreían alegres ante sus
futuros dueños. El comercio, el mercado eran centros persas de intercambio de
ilusiones y monedas, los que podían se los llevaban, los otros solo miraban y se
volvían con emociones postergadas.
Pero, tras los
zaguanes de las calles estrechas del barrio tiernamente
bendecidos por lluvias de cristales, se preparaban nacimientos con sabor a
grama natural y tierra húmeda. Allí, los patitos, ovejitas, pececitos,
avecillas y animalitos acompañaban contentos, a José y María que traerían al
niño esta noche.
Las luces tiernamente organizadas danzaban siguiendo las blancas, negras, bemoles y sostenidos, en las voces de
los niños de Viena o de los toribianitos, que endulzaban el ambiente, donde los
hermanos y niños-amigos del barrio cantábamos de casa en casa.
Los diciembres despertábamos con el canto del primer
pichuichanca o del primer gallito del corral que nos avisaban de la hora de la misa
de gallo. Cual pimpollos de tréboles radiantes, salíamos al encuentro de la
banda de Venecia, juntos íbamos a la iglesia a cantar y gozar de los nacimientos.
Los gallitos de corral también se anotaban, “hoy voy yo Acucho, ah". Les
gustaba cantar en la iglesia unido a sus amigos animalitos del pueblo, junto a
las bendiciones del párroco querían aclamar al niño de Belén.
Pasaron 60 años, hoy, mis
recuerdos acompañan mi navidad de incertidumbre, de encierro, de soledad. A
dónde estás papá y mamá, seguro mirando los regalos que nos dejarán en la urnita
protegido por Martincito. O, estarás preparando el chicharrón del chanchito
engordado todo el año, o alistando los rellenos y manteca. O, preparando
cachizada, quesos, manjar blanco y con tus manos tiernas de interminable fuerza
haciendo tortas de trigo, de maíz en el horno del barrio de jircán.
Este año bajo la amenaza mortal del virus hacia el grupo de riesgo, donde me encuentro, nos nutrimos de la memoria de nuestras vidas, como las navidades de ayer, de luces, regalos y villancicos que se han convertido en arbolitos de letras. Ahora la pluma reina, nos acompaña con sus recuerdos y sabe que ese es nuestro regalo: es nuestra permanente vida.
Los barquitos, las
misas de gallo y villancicos se han transformado en páginas, poemas,
narraciones y audios. Los nacimientos naturales los disimulamos con una cena de
pollito, panetón y el brindis de la noche buena.
Nuestro encuentro
físico será breve pero infinito con el recuerdo que a esta edad nos trae
fantasías del pasado, aunque no alegrías del presente ni el futuro. En el
subibaja de la vida hemos pasado la cima irreversible, los niños suben con
emoción mientras los viejitos bajamos con resignación.
Que valioso son mis recuerdos de haber pasado navidades
bajo la naturaleza, casi nada artificial. Mi mente tiene paz, puedo cantar algún
villancico, reírme del gallito travieso de las misas, los balados de ovejitas
en la iglesia que muy muy fuerte respondían al padre ameeeeeennnnn. Puedo
no tener un pavo a mi frente, pero sé sentirme exuberante, recordando a los
chanchitos que colgaban de los terrados y los rellenos rojos y blancos que
serpenteaban la cocina y el patio. Los niños que no hay a mi alrededor los
puedo suplir con las imágenes de la banda que se agitan en mi mente y juguetean
incansables, entrando y saliendo de las casas del mágico barrio de agocalle.
Por eso me gusta la
navidad, la vivo en el inmenso espacio de mi mente, viajo y me poso en un
instante en mishay, humpay, aynín o yerupajá, o quiullán; me doy la
satisfacción de charlar con mis maestros, decirle buenos días al padre Fink o a
don Lucho.
Y, cuando vuelva a
casa, mi padre estará aun leyendo o escribiendo o preparando la mesa del
almuerzo en al patio, bajo el dadivoso sol, sirviéndonos su clásico vino tinto
vista alegre de Ica; así, todos juntos con mi madre y abuelita Anqui saborearemos los manjares navideños traídos desde el valle purísima. Oh, jo, jo, jo.
Feliz navidad querida familia y queridos amigos.
Lima, 24 de diciembre de 2020
Comentarios