Examen en ayunas


Desde las 8 de la noche del día anterior no debes ingerir nada es la exigencia única y definitiva del denominado "pruebas en ayuna". Después de cumplir tu turno en la fila del laboratorio, caminas a la cabina donde te extraen la cantidad de sangre requerida.  Algunos sufren mucho por los incones no encuentran la vena, para otros es muy suave y rápido, más es la demora en sacarte la ropa. Pero siempre es llevadero el momento cuando te toca alguna persona con quien comentas algo, "qué habilidad que tienes", "trabajas desde qué hora", "estudias", etc. A veces te responden: "estoy en mi turno de noche", otros "si estudio y trabajo". Finalmente, todo eso termina a las 9:00 o 9:30 horas. Como el estómago manda, tu mente se pone en modo restaurante, y dado que el barrio es Pueblo Libre (CSM), tu memoria te recuerda El Queirolo, aquella construcción de inicio del siglo pasado que mantiene vivo los platillos del desayuno limeño, "criollo", claro no como la de los mercados ni huariques de bajo el puente. Una vez sentado en una de sus mesas, y aunque a tu mente se asoma el ángel de la razón, recordándote, evita grasas, cuidado con el colesterol alto, triglicéridos, ... etc. El estómago manda, el mozo se acercó y sin pedirle la carta le dije como adelantándome: "cau cau con cafe", podría haber sido "chicharron, jugo y café", ... etc. 

Con ese potaje, sentado al costade de un ventanal colonial, vuelve a tu presente los recuerdos de tu vida, casi revisas tu árbol genealógico. Siempre en primer lugar tu padre y madre (con tu memoria los sientas frente a ti, siempre nos acompañan), pero también, vuelven recuerdos de eventos ocurridos en estos ambientes, como aquella ocasión de la sustentación de tesis, o por el día del pisco sour, o la despedida de un familiar al extranjero, e fin fueron tantas veces.  Desde aquí brotan letras de nostalgia por todos ellos. Pero el hambre se sacia con la mitad del plato y algunas rodajas de pan. Con el café se abren las páginas de baúl de recuerdos. No hay posibilidades de volver al tema salud. Estamos protegidos de recordar el dolor, es así nuestra mente y evolución. No es necesario hacer ciencia, me diría alguien, cualquier dolor o pena desaparece cuando tienes la comida peruana frente a ti, o -cuando sabes que no desayunaste y se merece castigarte. 

Recordando al salsero, Héctor Lavoe, "todo tiene su final, nada dura para siempre", el desayuno concluyó, a través del ventanal miro la acera, tranquila, vacía, a pesar de ser sábado, no hay concurrencia, los autos con modelos modernos, gigantescos aguardan a sus dueños. El costo es alto, a qui no vendrían a tomar desayuno millones de peruanos, por eso sintiendo cierta incomodidad veo mi medio plato que voy a llevar a casa, bebo los últimos sorbos del café insípido, puro color. Esta vez seguí la rutina de los desayunos limeños, por dentro me repetía "prefiero mis desayunos ligeros de mi Chiquián: pan-queso, y café con leche". Claro eso digo ahora que no tengo hambre, lo cierto es que en la vida todo es relativo, "siempre habrá mejores o peores situaciones que lo que uno tiene hoy". Hasta el próximo examen en ayunas añorada esquina de Pueblo Libre.  


La Pluma del Viento

El Queirolo, 1 de octubre de 2022




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