RESCATE A LOS MINEROS EN CHILE
LA ODISEA DEL RENACIMIENTO DE LOS 33
Por Agustín Zúñiga Gamarra
Por Agustín Zúñiga Gamarra
La capsula era puesta a prueba una y otra vez, resaltaban los colores azul, rojo y blanco de la bandera chilena donde se lucía el nombre de Chile. Pegados al televisor, veíamos como se demoraba el inicio de esta odisea del renacimiento. Desde la pachamama, vendrían por aquel ducto de 60 cms de diámetro y 622 metros de longitud, 33 mineros que, en adelante serían gemelos, con fecha de nacimiento similar solo distintas en horas y en minutos.
Los llantos, dolor e incomodidades de sus familiares, llegarían a su fin. La ciudad campamento la Esperanza, levantada desde el primer día de su desaparición, estaba eufórica, era un día especial, la mina San José, se posicionaba de todas las emisoras del mundo. La sintonía rebasaba históricamente todos los "ratings", ni el mundial de futbol, había concitado tanta atención.
En la mira del mundo, estaba Chile, su presidente, auténtico líder, estaba al frente de su equipo, nunca mirando desde el sillón de las oficinas del palacio, incluso la primera dama la acompañaba, era una demostración de unidad, de seriedad, de confianza, “hoy el mundo sabrá de lo que somos capaces los chilenos”, diría en su corazón y mente, sabía que la operación San Lorenzo, había sido preparada, al milímetro, “a lo chileno” repetía. Se notaba que era un hombre de trabajo, de lucha, denotaba que su imperio económico, lo habría construido así, a puro empeño, empuje, trabajo, orden y serenidad.
En casa no podíamos perdernos aquel minuto feliz, pero también de mucha inquietud, cuando el rescatista, sonriente, subió a la cabina, y se despedía de sus amigos. Descendía a las entrañas de la pachamama. Y, desde allí, cual médico, posibilitaría la llegada de los 33 hijos de la Esperanza. En los siguientes 16 minutos que duró ese viaje, la tensión, dudas, esperanzas y confianza se mezclaron. Nada estaba seguro, sino hasta tenerlos en tierra a todos. El joven rescatista fuerte y experimentado sabía que hacía historia. Sus hijos y esposa juntos en su casa, miraban a su héroe ingresando a la oscuridad de la tierra, allá donde la biblia dice está el infierno, la morada del diablo. No importa, los indomables araucanos, le habían ganado una batalla, habían logrado quitarle una sala a Lucifer, allí habían levantado un oasis de fe y esperanza, un bastión inexpugnable de amor a la vida y a la solidaridad.
Luego cuando (el rescatista) arribó al refugio, la tranquilidad, se multiplicó, las hurras de los hermanos chilenos la sentíamos como nuestros, merecían los abrazos, el “ce hache i, CHI, ele e, LE, viva CHILE”, inundaron todos los canales del mundo. Todos nos sentíamos contentos, se estaba iniciando el final de un himno a la vida.
Pronto llegaron los 33 hermanos mineros y, nuevamente, infaltable en casi 23 horas consecutivas, estaba junto a los tripulantes de la nave de la Esperanza, el presidente Piñera, su esposa, el ministro de energía y su esposa, recibiéndolos, motivándolos, reconociéndoles su fortaleza, valentía, ejemplo de solidaridad, y, de manera especial el reconocimiento a la capacidad profesional del jefe de turno, Luis Urzúa, último en llegar a la superficie, simplemente ratificó que, “el capitán es el último en dejar la nave”.
Ahora que han transcurrido casi 12 horas desde la llegada del último minero, es momento para admirar, el sentimiento de amor a la vida que nos anima a todos los ciudadanos del mundo. Nos hemos unido mentalmente, para acompañar al presidente de chile y a todos sus pobladores. Nos hemos alegrado, casi todos de la misma manera, sin importar, lenguajes, posiciones ideológicas, ni religiones. Frente a la vida nadie está por la muerte. Hemos aplaudido el éxito de la operación de rescate, hemos aprendido que los grandes hechos humanos, se construyen a base de planificación, orden, trabajo en equipo y la presencia de liderazgo.
Hoy, a pesar de la desgracia que fue, la perturbación en la vida de las familias de los 33, por casi 70 días, el país hermano Chile, ha grabado en la imagen y sentimiento de la gente en el mundo, como un país serio, organizado y unido. El presidente Piñera, ha convertido esta desgracia en oportunidad de posicionamiento de su país, hoy Chile aparece como un país conducido por un gran hombre, trabajador y entregado a su función, que baja al llano y no se encumbra en el poder. Queda la imagen de un pueblo que ama a su país, profundamente, y esa unidad frente a los problemas, deja claro, el porqué es un país que destaca en Latinoamérica, como un país camino a desarrollado, a ser ejemplo de gestión pública. Bien, por Chile, bien por el buen gobierno, bien por el profesionalismo en la gestión. Y bien por el ser humano en el mundo entero que ama la vida y la paz.
Lima, 14 de octubre de 2010
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