OSHVA VICUÑA PROFESOR Y CANTOR INMORTAL




Cuando la calma se siente, hasta el aire acompaña con su sentimiento. No hay ningún espacio que no pueda ser de apoyo o complicidad. Entonces, nada detiene la cabalgata afilada para otear el pasado. Allá, se ven niños alrededor de la fogata. "Se llama fragua shay", grita Calolo, al oído de Efra. Las ventanas dejan pasar vientos aromáticos de eucalipto y rosas. Los ojos de Pardo Lezameta, desde su púlpito en el centro del patio, sonríe viendo el esfuerzo del profesor por hacerse entender por todos. Las gotas del invierno danzan al compas del huayno más celebrado por los chiquianos en la voz del profesor. De pronto se oye, "Ahora que el color pasa de rojo claro, al casi celeste, es momento de darle forma". Los lentes oscuros y mandil con huellas de trabajo, deja ver su profesionalidad y seguridad. Los alumnos están felices de saber que se puede transformar el hierro en herramientas útiles, mediante el conocimiento. Es la conexión del saber y hacer. 

Las tardes de los martes y jueves, eran talleres, solo para cuarto y quinto año. Allí los niños rebozaban de alegría, pues querían jugar a herrero, zapatero, carpintero o industrial. Aprendían los oficios, que se requerían en los pueblos ávidos de labranza y sobrevivencia. 

Terminada, la tarde, venían los preparativos, para la excursión anual, unos al teatro,  otros al coro y al deporte. Ese profesor, modelador de metales en instrumentos valiosos, también era el formador de voces para el coro, pues era inigualable en su voz nítida y potente. 

Cuando cantaba su cadencia y dulzura se extendía por toda la escuela, acariciando a las gorriones en sus nidos, a los pimpollos de los arboles, y también a los pollitos de la granja. Las formaciones de los lunes, con los cantos motivadores de amor al estudio y a la patria, eran soberbios. De un lado el director era un insigne ejecutor del violín (el Profesor Figueroa), y de otro lado el mejor cantante de Chiquián (el Profesor Vicuña). 

Pero también, decía,  "el sábado pueden venir los que deseen para practicar tenis de mesa (ping pong)". Los meses de febrero, era un lugar muy visitado por aquellos que nos gustaba este deporte. Pasaron los años, cuando recibí el premio de campeón en el IPEN en este deporte, me acordé de ese mi querido profesor, Osvaldo Vicuña Romero.

Escribo esta nota, casi de madrugada, y derramando lágrimas mientras escucho en su voz, aquella canción de Jacinto Palacios, Laguna de Conococha, el conjunto Melodías Chiquián. Pero, en mi caso aún es más triste el recuerdo que guardo de mi querido profesor, porque, también, aquí en mi casa, estuvo en mas de una ocasión, cantando y tocando guitarra junto a su hermano, César Vicuña (Huayco), cuando cumplía años, y volvía del extranjero por unos días.

Ayer, 7 de diciembre, falleció Oshva.  El profesor de mecánica de la Pre-351. El mejor cantante chiquiano. Los halagos que hoy le podemos dar, no sirven de nada, cuando tantos años lo vimos alejarse de toda reunión y no preguntamos por su situación. Solo sus familiares sabían de lo que le pasaba y cómo lo pasaba. Esta es una demostración más, que los humanos, nos llevamos bien, nos saludamos, hasta nos prodigamos abrazos, cuando circulamos por los eventos, reuniones, fiestas o nos dejamos ver. Pero cuando no concurrimos, el olvido crece y pocos se acuerdan de cómo vamos. Pero esta realidad, y lo que hemos pasado con Oshva, nos tiene que enseñar a todos, comenzando por las autoridades de la ciudad, y también por los miembros de las instituciones relacionadas de los residentes en la capital. En ambos casos debemos realizar reconocimiento público y permanente, por aquellos que dejan huellas imborrables por sus expresiones culturales.  Pues ese comportamiento de olvido nos alcanza a todos, la sociedad cada día es más individualista, y está ahondando esta brecha, de desdén al creador auténtico humilde frente al aplauso que se prodiga al pudiente exuberante que derrocha dinero. 

Las Huachuitas

Querido profesor y amigo.
Con tus canciones estudié, lloré y me alegré. 
Hoy, cuando la tristeza invade, tu partida.
La laguna de Conocha te reclama intranquila
Las huachuitas de sus lares te lloran
Los patitos de la jalca  te llaman
Oshva, Oshva, Oshva
Una mañana fría te fuiste
Yerupajá y  Usgor sollozan 
Truenos y rayos despliegan 
Por las colinas que lo rodean
Tu guitarra y voz se unirá a Huayco
Juntos hermanos Vicuña deleitarán a Zeus en el Olimpo
Aquì, con la verde y blanca, 
con la roja y negra, o 
con la amarilla
Cantaremos tus versos por siempre
Porque tú no has muerto, tu vives.
Oshva, Oshva, Oshva.






La Pluma del Viento
Lima, 8 de diciembre de 2019



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