SALVENCE COMO PUEDAN
Los
campos verdes del valle del Chillón y la aromática alfombra naranja de
margaritas, a lo largo de la avenida San Juan,
era la puerta de entrada a las colinas estériles de las pampas de
Huarangal, donde se erguía el acrofílico Centro Nuclear de Huarangal, RACSO, y
su inexpugnable cúpula del reactor nuclear RP10. Su inauguración había ocurrido el 19 de
diciembre de 1988, durante el gobierno del joven presidente Alan García. La crisis económica era impresionante, tanto
que el salario de un trabajador con nivel de doctorado era no más de 100
dólares. Esta crisis había agudizado los conflictos en el interior del país
donde el terrorismo sembraba pánico particularmente en la sierra, a mediados de
los 80s. Sin embargo a inicios de los 90s los atentados empezaron a ocurrir en Lima,
en los barrios de Miraflores o San Isidro. Por lo que los lugares preferidos
para divertirse los fines de semana se habían trasladado al cono norte. La
gente vivía en una creciente zozobra, las primeras planas de los diarios eran
muerte, secuestros y destrucción. Los introvertidos y sapienciales trabajadores
nucleares del IPEN ocupaban las sedes de Huarangal y San Borja.
Cuando, todo iba bien y
esperaban que se enfríe el reactor, de pronto el edificio se estremeció y desde
la consola, Rolando, súbitamente se levantó exclamando, “balas, balas, balas”,
con la voz entrecortada y trémula, continuó, “apaguen las luces y cállense”. Salió
por la puerta, como yendo a las oficinas del tercer piso, para apagar las
luces. En la consola se quedó solo Victor. En ese momento, voló por su mente
todo lo que venía ocurriendo en el Perú y Lima, él era un joven ingeniero que
venía del centro del Perú, y vivía en un cuarto por Piñonate; recordó a su
madre, a su familia, y pensó que era el fin. “No puede ser que terminemos
masacrados por los terroristas, estos en cualquier momento aparecen, y como
suele ocurrir ellos comienzan ajusticiando a los jefes, pero finalmente
terminan con todos”. Su amor de hijo a su madre, y a su novia que muy pronto se
casarían, no era aceptado por esta suerte siniestra. Así que tomando valor, y
teniendo el teléfono con línea libre, pensó: “voy a tratar de comunicarme con Agustín,
por intermedio de él, mis familiares sabrán mis últimas palabras”.
En el otro
lado, en la casa del aniversariante, se les esperaba con cierta preocupación,
por la tardanza de sus colegas de RACSO. Otros que estaban en la ciudad ya
habían llegado. En eso suena el teléfono, y la madre contesta, luego va hacia
su hijo, y le dice “Agustín, te llaman, urgente”. “Si, ¿quién es?”, Agustin pregunta.
Y, desde el otro lado, una voz, temblorosa y apagada, contesta. “Aaagustin, habla Victor de Huarangal,
hermano, estas son mis últimas palabras, los terroristas están atacando el
reactor, dile a mi novia y madre, que en mis últimos momentos las imágenes de
ellas están presente, las amo y me llevaré sus recuerdos hasta la eternidad,
chau”. Sin poder responder, y con el teléfono en la mano, intentó pedir
aclaración, pero Victor había cortado. Cuando estuvo, nuevamente en medio de
todos y quiso comentar lo sucedido. A la distancia se sintieron sonidos de
explosiones, se miraron todos, y gritaron, “Agustín, tu televisor, préndelo,
hay algo malo”. Efectivamente, las primeras noticias indicaban que los
terroristas habían atacado varios puntos de la ciudad, entre ellos, el Banco Minero,
la embajada de Estados Unidos y el local de Acción Popular en el centro de
Lima, igual cosa había ocurrido en Miraflores. Cuando, se enteraron de la
llamada de RACSO, los presentes del IPEN, quedaron atónitos, esperando más detalles,
y abriéndose una tensa calma. “Radio programas no dice nada de RACSO, si
hubiera habido ya habrían comunicado”, alguien sentenció.
Pasadas tres horas, como a media noche, se
aparecieron los colegas de RACSO, en la puerta, 3 de los 10 que se esperaban. Entonces,
ellos contaron lo sucedido. Rolando, el cholo recio, comentó que, “la dotación
policial le había comunicado al jefe de la División, que era inminente el
ataque terrorista. Y, que, ellos no tenían la dotación suficiente, por lo que
solo van atrincherarse para protegerse, y que hiciéramos lo posible por
salvarnos”. “Cuando salí de su oficina, me dijo casi temblando, hay un ataque
terrorista y sálvense quien pueda”. “Entonces volví y les dije eso, añadiendo
que usaran el secundario, no creo que allí lleguen”. Dicho eso desapareció, y
todos caminaron hacia donde pudieron. Luego, continuó, “como avanzaba el
tiempo, ya casi una hora después de los disparos y no teníamos adicional ruido,
salí, del escondite. Llegué a la consola y encontré a Victor que, temblaba”.
“Tomé el teléfono y llamé a la guardia, y me respondieron que, ya todo pasó”.
“comencé a llamar a todos y luego de adicionales consultas del jefe, se supo
finalmente que en realidad nunca había habido un ataque, las ráfagas fueron
disparadas por los policías, porque habían recibido información de inteligencia
que una columna de sendero luminoso se dirigía hacia Carabayllo”. Terminado los comentarios, con la sensación
de incomodidad por nuestro Perú que se desangraba, y repuestos porque no había
pasado nada con nuestros colegas, continuó la fiesta hasta el amanecer,
comiendo y bebiendo doble porque había habido ausencias.
La Pluma del Viento
30 de enero de 2020
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