EL PENAL: SALUD POR ESO
Estaba seguro
que ingresaría, la tomó y se dirigió al punto. En esos segundos que
demoraba en disparar, vio la tribuna repleta de casaquillas rojinegras, habían llegado en camiones desde su pueblo distante unas 3 horas. La banda de músicos
entonaba el huayno-himno del club. Los cohetes, las serpentinas y el bullicio
adornaban la tarde decisiva. Sería el gol de la clasificación a la siguiente
etapa de la Copa Perú. Estaban eliminando al equipo de la capital del
departamento. Al ver los gestos del público, niños, mujeres, hombres y autoridades,
sintió sus emociones, sus anhelos, sería la primera vez que pasarían a la
siguiente fase; su pueblo bailaría en la plaza de armas, se alegrarían bebiendo
chinguirito toda la noche. Notó que el cielo se
obscurecía poco a poco, las nubes negras cargadas iniciaron su traicionera complicidad. “Tiras y termina el partido”, le advirtió el árbitro
con inusual vehemencia, casi amedrentándolo.
Pero eso no le incomodó, sabía de su habilidad en
estas ejecuciones. Recordaba cuando niño cómo aprendió a patear los tiros
libres leyendo la sección deportiva de La Prensa, donde el
capitán de la selección peruana, Héctor Chumpitaz, lo explicada paso a paso. Y, siguiéndo al pie de la
letra había quebrado el travesaño del arco sencillo que como niño habían plantado en
el pequeño campo terral de su pueblo.
Sonrió con suficiencia para sí mismo. El silbido del árbitro le devolvió al
inmenso estadio de Rosaspampa. Estaba frente al balón, la lluvia, rayos y truenos no cesaban. El silencio inundó momentáneamente
el estadio. La gente se preparaba para estallar, e invadir el campo. Se desplazó con cadencia, cual cirujano en ballet
con bisturí en mano. Denotaba total tranquilidad y seguridad. Miró al portero,
como dominando al toro bravo. Con sus ojos y cuerpo inclinándose un poco, le hizo el amague insinuando el tiro hacia su derecha, el arquero se arrojó hacia allí
hipnotizado, dejándole su lado izquierdo libre, tal cual lo había planeado.
Su emoción comenzó
a celebrar el gol por anticipado, notando que el lado elegido estaba libre, con un toque suave
sería suficiente. Sin embargo, como si sus pies desearan decidir sobre su mente
para asegurar el gol, le salió un tiro fuerte y elevado. El estadio se tornó en cementerio, el cielo descargaba su trampa, los jugadores corrieron hacia el
camarín.
Solo, arrodillado
en el punto de penal se cubrió la cara avergonzado, mientras lagrimas rojinegras
cubrían su rostro, quería disculparse con cada uno de los asistentes, explicarles
cómo fue ese infortunio. Sintió el dolor que los niños habrían sentido en las
tribunas. Sufrió el esfuerzo que todos
habían hecho para venir hasta aquí, y ahora con qué cara volverían al
pueblo, con las manos vacías y a narrar lo inexplicable. No aceptaba su error, "precisamente hoy, fallo ese maldito penal, cuando estaba a un paso de llevar a mi querido pueblo a la gran final de la copa Perú, en Lima, salir en la televisión
y jugar en el histórico José Díaz", se reclamaba con rabia. Quería desaparecer con la tormenta, ahí mismo.
Cuando
estaba en medio de esas crepitaciones, sintió una mano que comprensivamente
se posó en su hombro, y le dijo, “has hecho un gran partido así es el deporte,
vamos a casa”, le alzó como pudo y tomándole del brazo le acompañó hacia el camarín.
Luego juntos
salieron por la gran puerta del estadio, frente a él había una cantina donde
habían ido a guarecerse sus paisanos, a disimular la frustración con rios de cerveza; ninguno de ellos se le aproximó a saludarle o a reconfortarle, se olvidaron del
capitán. Por el contrario sintió miradas de desprecio. Por lo que se fue cabizbajo, con su hermana a su casa cargando ese tormento a cuestas.
Después de unos
5 años volvió a su pueblo, a la fiesta patronal, esperaba pasarla bien, tal
cual son estas en el interior del país. Aquella vez estaba junto a los venidos
de Lima y de otras ciudades del país, en una mesa amplia del clásico restaurante
del tío, Pan con Libertad. Contándose
anécdotas de la infancia, juventud, y demás, era un ambiente de efervescencia, desinhibición y enjambre de
botellas y vasos. Cuando de pronto tocan el tema del penal fallado en
Rosaspampa, la mayoría decía que, así es el deporte, y añadían bromas al
respecto. En eso repentinamente como el aleteo del picaflor, notó que una mano desde
detrás de los hombros de los amigos que tenía a su frente, empuñando el cuello de una botella rota que se
dirigía a su rostro. ¡Oh, rapidez mental!, en acto reflejo de milisegundos se
movió hacia una lado dejando que la botella se incrustara en la pared. En el
acto todos los asistentes corrieron a detener al inesperado atacante. La
explicación que le dieron, luego, fue " un hincha del club, se rayó”. Como consecuencia, el ex-capitán, no
volvió por muchos años a su pueblo, y además se cambió de club. Sin
embargo, ahora después de casi tres décadas, todavía tocan ese tema, pero esta
vez le dicen, “Acucho necesitas un abogado penalista”, y él les responde sonriendo
claro que sí. Salud!.
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NOTA:
Comparto este artículo hoy (10.12.2022) después de ver el partido de cuartos de final entre Francia vs Inglaterra. Y cuando iban los 83 minutos hubo penal a favor de Inglaterra, iban 1 a 2; si hacía el gol pasaban al juego del suplementario de 30 minutos. Similarmente ese mismo segundo tiempo hubo penal a favor de Inglaterra perdía 1 a 0 e hizo gol empatando. Pero esta vez perdió pateando por encima del travesaño. Su país fue eliminado y seguro el está sufriendo al menos hoy un gran pesar. Pasará el tiempo y seguro que volverá a comandar su equipo Inglaterra y quien sabe obtengan la próxima copa mundial, todavía tiene edad para ello. (10.12.2022). Los penales fallados son muy pesarosos, recuerdas cada segundo, cada centímetro cuadrado pisado, es un cargo que te acompañará mucho tiempo, toda la vida, el tiempo cura, pero la historia te lo recuerda. Por ello vale mucho el brazo amable que te brinda comprensión en medio de la desazón.
Lima, 8 de abril de 2019
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