FEBRERO EN VENECIA



Cuando hablamos de Venecia, con seguridad, nuestra imaginación vuela hacia Italia y nos vienen imágenes de góndolas románticas trasportando visitantes en luna de miel o turistas en general, a través de calles llenas de agua, todos complacidos de la belleza de esta singular ciudad. 

Mientras eso ocurría en Europa a miles de kilómetros de esa maravilla, nosotros los chiquianos teníamos nuestra propia Venecia, nuestro recordado barrio de la cuadra 8 del jirón 28 de Julio. 

En esa cuadra moraban nuestras amigas Macu Calderón, Nina Núñez y Edi Carrillo, con ellas en el mes de febrero, mes de carnavales, frecuentábamos enfrentamientos de globos y baldes de agua, serpentinas y talcos; corríamos unos tras otros entrando y saliendo de una casa a otra como si fueran las propias. 

En esos días de intensa lluvia, esa calle se llenaba de agua, momentos en los cuales, salíamos a hacer carreras de barquitos de papel, caminar en zancos hechos de latas de nescafé o leche gloria; los mayores ponían tablas para cruzar de una vereda a otra; nuestros zapatos siete vidas, multicolores, se lucían cruzando todos los charcos. 

Cuando el agua cesaba, dejaba sus espacios llenos de fina arenilla, que lo utilizábamos como ambientes para hacer salto alto, libre o a garrocha, jugar bata o fulbito. 

Me recuerdo parado, escondido, en la esquina de la tienda de doña Macshi, esperando la aparición de alguna de nmis amigas para improvisarlas con agua, unas veces salía airoso, pero también ocurría que terminaba acorralado por ellas y bañado en agua, harina y talco. ¡¡Que alegre era nuestro febrero en Venecia!!.

Mucho tiempo ha transcurrido desde aquellas años por lo que a pesar de mis esfuerzos estas imágenes se presentan casi borrosas, quisiera recordar más de ello y con mayor claridad, porque lo necesito, en tanto recordar lo vivido de aquella etapa de nuestra vida es reencontrarse con nuestra esencia, con la música, la comida, los lugares, nuestros maestros, el barrio, los apodos, los amigos y amigas con los que crecimos, todo eso constituye el intangible imborrable de símbolos que finalmente contribuyen a definir nuestro ser y hacer. De la forma como entendamos y comprendamos esos símbolos identificatorios, nuestras pertenencias locales, construimos y fortalecemos nuestra identidad cultural, y consecuentemente nuestra autoestima. Condición fundamental para el éxito del ser humano.

Por ello en los momentos actuales, a pesar que la globalización pretende estandarizar las costumbres, la vestimenta, la comida, la música y el baile. Aquellos, que hemos nacido y vivido, cerca de esas límpidas nieves del Huayhuash y haber saboreado las gotas tiernas de Husgor, no cambiaríamos por ninguna música, nuestros hermosos huaynos, entonados por voces como Nieves Alvarado, Oshva Vicuña, o musicalizadas por la orquesta Ritmo Andino de Huasta o la histórica Banda de Llipa. Igualmente, para el mayor de nuestros agasajos, cuando tengamos que brindar el cariño a nuestros amigos, serán insuperables un plato de cuy y el caldo de fiesta.

Por eso defendamos la presencia de estos símbolos culturales y apoyemos los eventos que nos devuelven a la memoria estas costumbres, que nos ayudan a reencontrar esa historia que de nuestra memoria se va borrando o la recordamos poco, pero sí la necesitamos. 

UN FEBRERO EN VENECIA

Barrio de calles empedradas y tiernas
Tu aspecto escondido y estrecho
Abrazó mis juegos y cantos.
Agua, talco y trucos
Brotaban desde tus fogones.
En febrero lluvioso y carnavalesco
Bailábamos alrededor de una ramita.
Los arboles eran para los adultos
Sin embargo igual cantábamos
El arbolito de manzana.
Nuestro machete era un pañuelo
Que no lastimaba a la plantita.
Nos bastaba bailar juntos
Cantar juntos y reír juntos.
Hoy era mi casa
Mañana la tuya
Así crecimos como hermanos
Nos alejamos como cometas
Buscándonos tras nubes desconocidas.
Vinieron tempestades
Y descendimos en lugares inesperados.
Cobijamos nidos propios
Pero siempre recordándonos.
Hasta que la pequeña tierra
Nos devolvió el encuentro añorado.
Nos volvimos a ver
En el barrio soñado.
Cantamos las mismas canciones

Repetimos los mismos juegos. 
Nos narramos los mismos cuentos.
Cogidos de manos
Corrimos alegremente
Ingresando a cada casa
Buscando nuestros juguetes
Allí estaban empolvados
Nos esperaban
Nos miramos
Jugamos y reímos
Ya era tarde
Nuestros padres
Nos esperarían
No importa
Que estuvieran en el infinito
Nos despedimos
Jurándonos reencuentro
Un febrero en Venecia.


La Pluma del Viento
Lima, 21 de febrero de 2019


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