PADRE UN HOMENAJE POSTERGADO
En mis recuerdos de
niño los homenajes eran para la madre, no recuerdo con claridad el día del
padre, las flores rojas y blancas eran para simbolizar la presencia o ausencia
de la madre. El padre fue postergado en cuanto a festejos, homenajes, poemas o
canciones. Tenemos gravada la imagen de la madre en el hogar y del padre en el
centro de trabajo. La madre alimentándonos desde su pecho, el padre luchando
afuera para traer comida para la casa, en algunos casos, ausentándose días,
semanas o hasta meses.
Crecimos en la
proximidad de la madre, sintiéndola diariamente, su calor, dedicación, dolor y
alegría; mientras que a nuestro padre terminamos identificándolo, con la
disciplina, trabajo, rudeza, frialdad y distancia. El padre está prohibido de
llorar, de expresar dolor, de sufrir delante de todos. Crecimos bajo el mensaje
que, el padre es macho como tal: los machos nunca lloran.
Temo que esta imagen no
ha cambiado, pues la sociedad, no permite ver a un hombre llorar, ni expresar
su dolor públicamente. Siendo esa la realidad, nos preguntamos, ¿Dónde sufre su
dolor el padre?, ¿se oculta en alguna habitación para llorar?, ¿tú viste llorar
a tu padre?, ¿o es que no tiene sentimientos?.
Las respuestas están en
nuestros corazones, si eres hombre, y padre, sabes que sufres, sientes y te
condueles, de la misma manera que la madre. Pero no lo expresas porque la
sociedad encalleció, tus rasgos, tus expresiones, te obligó a que tus lágrimas
de dolor y alegría se oculten alrededor de tu corazón debilitándolo, solo en la
soledad estás permitido a desbordar tus sentimientos.
Ahora que la sociedad
avanza, y hasta imprime modificación en los roles clásicos de la mujer y el
hombre, aún no se observa las demostraciones de cariño y amor al padre, como se
hace con la madre, esta asimetría aún subsiste en la educación. Y, merece
modificarla, en favor del fortalecimiento de la familia, pues cuanto más
expresivo sea el hombre, de su amor y dolor en su hogar, él no buscará esos
faltantes fuera de ella. Cuánto nos gustaría que las hijas, los hijos, se
aproximen al padre, expresándole su amor y preocupación, por su salud, y
alegría. Con seguridad que él vendría presuroso para estar junto a su hogar, a
compartir sus preocupaciones antes de buscarla en la cantina cercana.
Hoy en el día del
padre, aproximémonos al nuestro, abrasémoslo y expresémosle, que lo queremos,
que sabemos de su sacrificio, de su dedicación, de sus dolores ocultos, y hasta
de la postergación de su salud por nosotros, por darnos educación, alimentos y
cobijo.
Y que, aunque sus
cabellos se hagan más blancos, o se caigan, y sus movimientos sean más lentos,
no olvidamos su agilidad, ternura y fortaleza, cuando joven organizaba nuestro
cumpleaños, en medio de la casita humilde que estaba levantando, sol tras sol,
con insipientes techos, ventanas cubiertas de plástico y muebles de segundo
uso. Ahí están las fotos de aquellos momentos, de los migrantes provincianos
que luchaban contra los arenales y policías en las invasiones.
Hoy junto a nuestra
familia recordemos algunas anécdotas de nuestro padre, sea que esté vivo o
muerto, pongamos la foto más representativa de él, en la sala, en el lugar más
importante, junto al de nuestra madre, admiro esa costumbre que tenían nuestras
casas de antes, hoy parece pasó al olvido. Porque esas imágenes nos nutren amor
y fortalezas, lo primero porque recordamos que nacimos de su amor y dedicación,
segundo porque lo que tenemos y somos, se lo debemos a ellos, en gran parte, y
reconocemos su ejemplo permanente, diciéndonos que si ellos pudieron, nosotros
también. Y, tercero, cuando salgamos de la casa, ellos nos mirarán desde su
retrato, y seguramente nos bastará para repensar cualquier posible acción
negativa o debilidad que se nos presente.
Cuando recuerdo a mi
padre, el maestro don Antonio Zúñiga Alva, en Chiquián, la memoria me lleva al
sonido de los cascos del caballo que se aproximaban a la puerta de la casa,
apresurado corría a abrir la puerta, con seguridad era mi padre, que
mensualmente volvía desde su centro de trabajo, de Llaclla, cabalgando unas 7 u
8 horas. Entonces, rápidamente rebuscaba los regalos en las alforjas, allí
estaban los quesos, las paltas, las frutas; en seguida mi madre le hacia los
reproches que no me gustaba estudiar, él muy suelto me preguntaba “cuánto es 5
por 8”, le respondía 40, él sabía que lo recordaría porque me gustaba cantar un
huaynito que tenía esas letras, ....entonces me cargaba diciendo “mi hijo sabe,
y será un gran ingeniero”.
Hoy cuando paso delante
de su cuarto, todavía diviso y lo imagino escribiendo en su maquinita
Remington, algún cuento, artículo u oficio para hacer gestiones por su
escuelita lejana, distante de los lujos de la capital de la república, o para
solicitar algún apoyo de los residentes en Lima para alguna obra en Chiquián.
Con certeza ese ejemplo aún continúa con la Pluma del Viento.
Cierro esta columna
haciéndoles llegar mis saludos a los padres de mis amigos de infancia, pues
ellos también en parte fueron mis padres, porque de alguna manera fueron
ejemplos, en tanto los veíamos diariamente, y con seguridad recibimos también
sus regaños y consejos.
Y, también, extiendo
mis saludos a todos los padres chiquianos, que viven en el extranjero, ellos
seguro, recuerdan con nostalgia, los bellos momentos de niñez y juventud junto
a sus padres cobijados por el hermoso paisaje de blancura y verdor.
La Pluma del Viento
Lima, 16 de junio de 2013
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