EL RECUERDO INMORTAL SON SUS ENSEÑANZAS

 


La vida en una inmensa ciudad como Lima en tiempos de navidad es completamente diferente para unos u otros. Los unos alistan sus cenas navideñas cargados de presentes en reuniones de genuina alegría. Mientras otros todo lo contrario enfrentan preocupación y dolor. Pero no es necesario ir hacia toda la ciudad para ver eso basta con dar un giro hacia tu familia, seguro que alguien estará en el lado duro. Por lo que uno talvez por sobrevivencia guarda distancia física y si se puede mental. Entre los hechos que más lastiman y golpean lo más intimo es la salud de alguien que amas o estás bastante ligado pero su malestar es una batalla perdida, sin embargo, necesitas cuidarla no importando esa realidad. Noches de desvelo en casa o en el hospital por semanas o meses se adhieren a la cruz que portas diariamente.

¿Porqué la muerte nos duele tanto?

No hay explicación que te haga insensible a la partida de un ser querido. Mas aún si se trata de una madre o padre o hijo. La situación es más dramática cuando el sufrimiento es prolongado en el familiar mientras enfrenta el desarrollo imparable de su enfermedad. Es insoportable ver de cerca su paulatino deterioro, le entregas esfuerzos crecientes por cuidarla, funges de asistente médico, con temor indescriptible preparas los medicamentos leyendo las cantidades de los componentes de las recetas escritas en lenguaje indescifrable, y le entregas a tu enfermo a veces, oral, otras subcutánea, o por sondas y finalmente solo gotas que la mantendrán en sus últimos segundos. Lacera el corazón sentir tu impotencia por detener la enfermedad. Todo lo que se le administra son paliativos por tener a tu enfermo junto a ti. Por tenerla cerca y hablarle a diario aunque talvez ni te escuche. No importa dices sé que ella me escucha y me necesita.  En ese camino inexorable de la muerte, tú en calidad de hijo o hermano o relacionado, eres un acompañante que lleva las velas de esa dolorosa ceremonia, que no tiene horas, ni lugares; en los hospitales te conocen y te permiten acompañar la noche entera con medio ojo abierto para llamar a las enfermeras en caso suceda algo. A esa crisis que la llevó al hospital, le seguirá el periodo de estabilidad y  allí deberás constituir en tu casa un símil de hospital con tus recursos porque debes continuar atendiéndola las veinticuatro horas. El médico del hospital te dijo, es el final de la enfermedad así que vuelva a su hogar y esperen el desenlace. 

¿Y cómo soportan los familiares?

Este tema casi no es tomado en cuenta, los servicios de salud público o  privado, tratan al paciente, pero no extienden las consultas o tratamiento para con la familia. No hay un psicólogo que acompañe el sufrimiento.  Es evidente que ese ambiente de dolor tendrá consecuencias sobre la salud de todos, según su dedicación y consistencia interna de cada uno. Pero eso no cuenta, la familia o el entorno cercano debe hacer lo que pueda por auto protegerse, y eso no es cosa fácil. No tienes apetito, no duermes adecuadamente, la preocupación debilita la respuesta en tu trabajo, finalmente el estrés dejará huellas en tu salud. Cuánta falta hace que el Estado se preocupe por la atención a los ancianos, tratan de hacerlo pero o no les alcanza el personal que tienen, o lo hacen deficientemente. En cualquier caso no llegan a tiempo cuando surge la crisis, y a veces cuando vienen te modifican los medicamentos, como si no conocieran lo que dijo el médico anterior, pero también pueden venir médico o enfermera, con un trato completamente inhuma, incomprensivo. Aunque hay casos de aplaudir porque tienen profesionalidad y trato.

¿Finalmente qué es la vida?

Al final nos quedamos con las ganas de definir a la vida y la muerte. Si estamos del lado de la alegría seguro exaltaríamos a la vida y su presente. Pero si estamos del otro lado diremos que si la muerte es inexorable y dolorosa porque no permitirnos definir con anticipación nuestra partida. Sobre esto último, cuánta tranquilidad da recordar que mi madre falleció de un ataque cardiaco. Pero también podemos afirmar que en el balance el valor de la vida de una madre o padre está en la enseñanza que nos dejaron. Y que el esfuerzo que hacemos por combatir su enfermedad es lo mínimo que haríamos por esa persona maravillosa. Su inmortalidad está en nuestras vidas siguiendo sus enseñanzas, pero si queremos recordarla siempre, nuestro homenaje será tener en nuestro escritorio o sala sus fotos sonriéndonos siempre y deseándonos buena suerte. 


La Pluma del Viento

Lima, 22 de diciembre de 2021

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